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08 noviembre 2022.- El próximo verano, si todo sale según lo planeado, se distribuirán cargamentos de polvo rico en hierro sobre el Océano Pacífico frente a la costa de Alaska, así como el Atlántico frente a Nueva Inglaterra. Y se está haciendo por dos buenas razones: estimular el crecimiento de la vida marina y extraer el dióxido de carbono de la atmósfera.
Aunque esta idea de la fertilización de los océanos (agregar hierro, un nutriente escaso en muchos de los mares del mundo) se remonta a más de 30 años, hasta ahora ha habido pocos intentos de ponerla en práctica.
El apoyo público, político y financiero se ha visto frenado por temores de consecuencias adversas imprevistas. También existe una antipatía más general por luchar contra el cambio climático a través de arreglos técnicos y geoingeniería en lugar de resolver el problema fundamental de que las actividades humanas generan demasiado CO₂ y otros gases de efecto invernadero.
Sin embargo, la creciente alarma sobre la amenaza que representa el calentamiento global está reviviendo el interés en las tecnologías de eliminación de carbono. A principios de este año, el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático destacó por primera vez la importancia de eliminar el CO₂ de la atmósfera, por ejemplo, plantando árboles o capturando y almacenando carbono.
Este interés renovado también ha dado una nueva vida a los métodos de eliminación de dióxido de carbono (CDR) basados en el océano. Si bien en los proyectos de Alaska y Nueva Inglaterra se utilizará la fertilización para estimular el crecimiento de fitoplancton verde (algas microscópicas), que absorben CO₂ en aguas pobres en nutrientes, existen otros métodos. Una es contrarrestar la creciente acidez del agua de mar a medida que absorbe CO₂ agregando minerales alcalinos, mejorando su capacidad de absorción.
A principios de este año, un informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EE.UU. abogó por un programa de investigación, desarrollo y evaluación de CDR a un costo de cientos de millones de dólares de fuentes públicas y privadas.
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Russ George, el empresario ambiental con sede en Alaska detrás de los proyectos en su estado y Nueva Inglaterra, los llama Ocean Pasture Restoration, para enfatizar lo que él ve como un impulso para restaurar la salud de los ecosistemas marinos, así como para capturar millones de toneladas de CO₂ en el mar.
Él dice que el cambio climático y las actividades humanas han disminuido las poblaciones de fitoplancton, la base de muchas cadenas alimentarias naturales, en muchos océanos debido al agotamiento de los nutrientes. Un factor, dice, es que menos polvo rico en hierro está siendo expulsado de las masas terrestres de la Tierra hacia los mares.
George señala un experimento a pequeña escala en 2012 cuando se esparció polvo de hierro sobre 5,000 millas cuadradas del Golfo de Alaska. “Nuestro trabajo produjo las mayores capturas de salmón en la historia de Alaska durante los siguientes cuatro años”, dice, aunque otros sugieren que los factores naturales, en lugar de la fertilización, fueron los responsables del florecimiento de la vida marina en ese momento.
A los opositores les preocupa que la fertilización del océano pueda alimentar un crecimiento excesivo de algas, lo que provocaría floraciones tóxicas. El informe de las Academias Nacionales dijo que había pocos datos para respaldar esta preocupación, pero no descartó por completo la posibilidad.
Pero los defensores de la tecnología responden que las floraciones de algas nocivas siguen a la escorrentía excesiva de fertilizantes de nitrógeno y fósforo agrícolas en las aguas costeras, y no son relevantes para la aplicación de hierro en el mar.
Phil Williamson, un experto en el ambiente oceánico de la Universidad de East Anglia, dice: “Yo no levantaría una gran bandera roja sobre la proliferación de algas tóxicas. Esa no es mi gran preocupación sobre la fertilización del océano. Mi preocupación es que, si aumenta la productividad en un área del océano, podría disminuirla en otro lugar”.
Sin embargo, el mayor obstáculo, en su opinión, es la aceptación pública y política. “A muchos países todavía les disgusta con vehemencia la fertilización de los océanos y dicen: 'No vayas allí, ni siquiera pienses en estropear el océano'”, señala.
El informe de las Academias Nacionales está de acuerdo en que "es probable que la aceptabilidad social y regulatoria sea una barrera para muchos enfoques de eliminación de dióxido de carbono en los océanos", al tiempo que señala que ningún acuerdo internacional impone una prohibición legalmente vinculante sobre la práctica.
Sin embargo, los defensores de los enfoques de "carbono azul" destinados a aumentar la absorción de CO₂ en los océanos insisten en que la marea de la opinión se está volviendo a su favor.
En los EE.UU., un grupo bipartidista de representantes del congreso presentó recientemente la Ley de Investigación y Desarrollo de Restauración Oceánica de 2022, que autorizaría el gasto de $ 33 millones al año de 2023 a 2027 en investigación y desarrollo de tecnologías, como agregar minerales alcalinos o hierro, a los mares.
“La restauración de los océanos brinda una oportunidad única para secuestrar decenas de millones de toneladas de carbono azul y, al mismo tiempo, ayudar a restaurar las pesquerías”, dice Todd Johnston, director de políticas del grupo ambientalista conservador ConservAmerica. “Esta iniciativa podría cambiar las reglas del juego en lo que respecta a nuestros esfuerzos para abordar el cambio climático y mejorar la salud de nuestros océanos”.
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