El Bosque de Cobre en la malagüeña Sierra del Genal
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Alrededor de sus pueblos blancos, la naturaleza regala un paisaje efímero de tonos dorados, tapizado con las hojas caídas de sus frondosos bosques caducos.
El Bosque de Cobre es el nombre poético con el que se alude a los castañares que tapizan gran parte del valle del Genal, una de las tres grandes zonas geográficas que forman la Serranía de Ronda, junto a la meseta y el valle del Guadiaro. Sus frondosas espesuras, hogar de mitos y en el pasado escondrijo de bandoleros, son en otoño remansos de paz para los senderistas que caminan sobre un manto de hojas amarillas, ocres y rojizas caídas de sus caducos castañares.
Noviembre es un mes idóneo para descubrir este entorno mágico. Además de ser la época dorada del valle del Genal, se celebra el fin de la recogida de la castaña iniciada en octubre, una actividad tradicional de la Serranía de Ronda (se recogen hasta 5 millones al año), en la que sus pueblos organizan fiestas vinculadas como la de los «tostones», castañas asadas o como ingrediente de guisos típicos.
El valle del Genal es uno de los parajes naturales más bellos de la Serranía de Ronda. Localizado en el interior de la provincia de Málaga, sus frondosas espesuras boscosas, en el pasado escondrijo de bandoleros, son hoy remansos naturales. Desde Ronda se puede seguir una carretera estrecha y sinuosa que surca el valle y se asoma a tajos de vértigo. Durante el trayecto por este relieve de sierras onduladas se ven desvíos a senderos pedestres que se adentran por los bosques de arces, sabinas, alcornoques, encinas y sobre todo castaños, una de las especies más características del valle.
Entre los itinerarios más bellos para descubrir la zona destaca la Gran Senda de Ronda (GR-141), cuyas etapas 4, 5 y 6 discurren cerca del cauce del Genal y del castañar que da nombre al Bosque de Cobre. Asimismo, hay senderos de Pequeño Recorrido que atraviesan el bosque de castaños más famoso de la provincia: estos son caminos sencillos y proponen caminatas de una a tres horas de duración.
La mayoría cubren los tramos que separan un pueblo de otro. Se camina por un entorno de silencio, donde solo se escucha a nuestro paso el crujido de las hojas caídas de los castaños, algún arroyo cantarín cercano y el sonido de las aves. Un paisaje iluminado de forma mágica por una luz tenue que se filtra entre las copas de los árboles. Un rincón maravilloso de la Serranía de Ronda donde sumergirse en un paisaje otoñal.
Los abundantes bosques de hoja perenne que cubren la Serranía de Ronda conviven con el castañar conocido como el Bosque de Cobre, una formación forestal de considerable importancia ecológica, económica y cultural. Sus árboles de gran tamaño –pueden alcanzar los 25 m de alto– y hoja caduca se extienden por una docena de municipios que, precisamente, tienen en la castaña uno de sus productos distintivos, base de oficios locales y también protagonista de pequeños museos, fiestas y tradiciones.
En algunos de estos castañares es posible adentrarse y, en los que no por ser privados, cuentan con cercanos miradores desde los que contemplarlos. Además, otra forma de disfrutar del otoño en los pueblos rondeños es con etapas gastronómicas en restaurantes locales que preparan menús centrados en este producto de caparazón espinoso.
LOS PUEBLOS DEL CASTAÑAR
El Bosque de Cobre se reparte por una docena de aldeas blancos, núcleos rurales tradicionales del interior andaluz donde domina la calma. Además, por sí solos son etapas de la Ruta de los Pueblos Blancos malagueños. Muchos de ellos rigen su actividad diaria alrededor de la castaña, desde la campaña de limpieza de los bosques, recogida del fruto, su venta en mercados y elaboración gastronómicas para fiestas.
Quienes no deseen deszscubrir la zona con caminatas, pueden dirigirse en vehículo a los miradores que salpican el valle del Genal, y asomarse desde ellos para admirar los árboles enrocejidos. Los pueblos de Pujerra, Atajate y Benadalid tienen sus sendos «miradores de los castañares». También ofrece amplias vistas la atalaya de Fray Leopoldo, en Alpandeire. Fuera de estos, las carreteras y sendas del valle sorprenden asimismo con recodos y cerros que regalan panorámicas sobre el dorado Bosque de Cobre.
El Bosque de Cobre enmarca las caminatas hasta el pueblo de Igualeja, el mayor del Alto Genal con casi mil habitantes, y buen punto de inicio de la excursión a la fuente del río Genal, la más popular de las que remontan el cauce hasta su nacimiento, un espacio declarado Monumento Natural. Pujerra, considerado uno de los pueblos más bonitos de Málaga, cuenta con la iglesia del Espíritu Santo, un busto dedicado al rey visigodo Wamba y un pequeño Museo de la Castaña.
Parauta es uno de los núcleos menos habitados del valle, y a la vez de los más inmersos en el Bosque de Cobre. Por su lado, el municipio de Cartajima, con un amplio mirador al castañar, incluye el paisaje kárstico de Los Riscos que comparte con el vecino Júzcar, y que recuerda en menor tamaño al Torcal de Antequera. Faraján, además del Bosque del Cobre, cuenta con otro atractivo natural: Las Chorreras de Balastar, una cascada vertical más caudalosa a partir de otoño. Otras aldeas blancas que comparten el castañar son Alpandeire, Benalauria, Genalguacil, Jubrique, y Júzcar, aunque esta es apodada la «Aldea Azul» por el color de sus casas pintadas.
La castaña es uno de los ingredientes más típicos del valle del Genal, que cada año renace en los fogones otoñales. En bares y restaurantes de sus pueblos se ofrecen simplemente asadas, pero también acompañando guisos, por ejemplo una caldereta de cordero o un solomillo de cerdo, en una reconfortante crema de castañas caliente con matalahúva (anís cultivado en la zona), en puré, incluso en postres como un flan de este fruto marrón o un sencillo, pero sabroso, pan de castañas. Sin embargo, la elaboración más típica de la zona es el «tostón», la típica castaña asada al calor de la leña.
Como en tantos otros lugares, en la Serranía de Ronda, cuando en el aire flota el aroma a castañas asadas, se sabe que ya ha llegado el otoño. El pueblo de Pujerra, con apenas 400 habitantes, celebra unas de las fiestas más animadas del «tostón» de la zona, en la que se reparten cartuchos de castañas entre los asistentes, que se suelen acompañar de mistela, un aguardiente local de uva con almendra tostada y café.
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