batalla de Covadonga
Ataque por sorpresa. Este óleo de Augusto Ferrer-Dalmau recrea el choque entre las tropas de Alqama y los guerreros de Pelayo a los pies de la cueva de Covadonga. Fundación Ferrer-Dalmau |
Si evaluamos la importancia de un enfrentamiento bélico no por el número de combatientes implicados sino por sus consecuencias históricas, la batalla de Covadonga fue, sin duda, uno de los encuentros militares más trascendentales de la historia de España.
Este modesto choque ocurrido en el entorno de los Picos de Europa unos pocos años después de la invasión árabe de la península ibérica sirvió para que el sector central de la cordillera Cantábrica dejara de estar bajo dominio musulmán, lo que hizo posible el surgimiento del reino de Asturias, un hecho de enorme recorrido histórico.
Cruz de la Victoria. Catedral de Oviedo. Oronoz / Album
Sin embargo, la reconstrucción de lo que sucedió en las montañas de Covadonga resulta muy difícil. Las fuentes históricas sobre la batalla se elaboraron en una época tardía.
Las crónicas asturianas –las dos versiones de la Crónica de Alfonso III y la llamada Crónica Albeldense– se redactaron en la década de 880, mientras que las crónicas árabes son incluso posteriores, pues tienen su origen en un autor del siglo X, Ahmad al-Razi, que nos ha llegado principalmente a través de un compilador del siglo XVII, al-Maqqari. Pese a ello, las investigaciones arqueológicas de las últimas décadas han contribuido a explicar cuál era la situación de Asturias en los años posteriores a la invasión musulmana y en qué circunstancias tuvo lugar la batalla de Covadonga.
En el año 711, Tariq ibn Ziyad derrotó al rey Rodrigo en la batalla de Guadalete (denominación errónea, pues en realidad el choque tuvo lugar en la laguna de La Janda, entre Cádiz y Tarifa). Tras una segunda victoria árabe a campo abierto en Écija, el Estado visigodo se desmoronó como un castillo de naipes. Con el reino descabezado y sumido en un período de sequías y una crisis sucesoria, las autoridades locales fueron incapaces de ofrecer una defensa coordinada.
Pelayo, líder de la rebelión astur, en un óleo por Augusto Ferrer-Dalmau. © Fundación Ferrer-Dalmau
A partir de finales de 713, primero Tariq y después su señor, Musa ibn Nusayr –el gobernador de Ifriqiya (Túnez) y el Magreb–, fueron tomando una ciudad tras otra hasta llegar a las costas del Cantábrico. De este modo, la región de Asturias quedó bajo dominio musulmán. En Gijón se instaló un nuevo gobernador musulmán, llamado Munuza. Fue él quien se enfrentó en 718 a la rebelión de Pelayo.
Avance musulmán. El mapa muestra las rutas que los caudillos árabes podrían haber tomado para marchar hacia el norte. Eosgis.com
Las fuentes medievales no se ponen de acuerdo sobre quién fue Pelayo. Una de las versiones de la Crónica de Alfonso III, la Crónica Rotense, afirma que había sido espatario (comes spatarius, jefe de la guardia palatina de los reyes godos) de Witiza y Rodrigo, los dos últimos monarcas visigodos, mientras que la versión «a Sebastián» de la misma crónica señala que era «hijo de Favila, de ascendencia regia», y que fue duque de la provincia de Gallaecia. Es probable que esta segunda interpretación obedeciera al deseo de engrandecer el linaje del primer «rey» de Asturias y presentar el reino de Oviedo como sucesor del toledano.
Apocalipsis. La llegada musulmana se asoció al fin del mundo en obras como el Beato de Liébana. © Moleiro Editor (moleiro.com)
Según las crónicas asturianas, Munuza envió a Pelayo a Córdoba con la excusa de una embajada y aprovechó su ausencia para casarse con su hermana por la fuerza, con el fin de consolidar y legitimar el dominio árabe en la región. Al volver a Asturias, Pelayo desaprobó el enlace e inició la revuelta.
Por su parte, al-Maqqari reproduce una tradición del siglo X según la cual Pelayo habría permanecido como rehén en Córdoba, «para asegurar la obediencia de las gentes del país», hasta que logró escapar al norte y se alzó en armas.
Más allá de la peripecia personal de Pelayo, consta que los primeros valíes de al-Andalus –al-Hurr (716-719), al-Samh (719-721) y Anbasa (721-726)– impusieron gravosos impuestos a los cristianos y los reprimieron con dureza. Este factor fiscal, al igual que la diferencia religiosa, pudo estar en la raíz de la revuelta pelagiana.
El héroe de Asturias. Estatua dedicada a Pelayo en la explanada de Covadonga, con la muralla rocosa de los Picos de Europa a su espalda. Adobe Stock
En los inicios de su alzamiento, parece que Pelayo buscó entablar negociaciones con las autoridades islámicas. Así se deduce de la Crónica de Alfonso III, según la cual las autoridades de Córdoba enviaron a unos sicarios para capturarlo mediante engaños en un lugar llamado Brece, localidad que se ha identificado con Brez, El Brecín o Breceña, en los concejos de Villaviciosa y Piloña.
Gracias a la advertencia de un amigo, Pelayo, acompañado de su séquito armado, logró escapar a uña de caballo y, tras cruzar el río Piloña –un afluente del Sella–, halló refugio en el valle del Güeña, donde se halla Cangas de Onís, localidad que sería la primera «capital» del futuro reino.
Según la Crónica Rotense, en esta fortaleza natural Pelayo «reunió a cuantos halló que iban a concejo» y fue elegido «príncipe» (princeps). Quizá se trataba de un conventus publicus vicinorum, uno de los concejos de aldea que gestionaban las tierras comunales y dirimían asuntos de carácter local.
El puentón de Cangas . Puente romano de Cangas de Onís (en realidad, de época medieval), con la Cruz de la Victoria colgante, símbolo de Asturias. Marques / Shutterstock
Estos hechos habrían sucedido en el año 718, pues las crónicas asturianas sitúan la muerte de Pelayo en 737, al término de un «reinado» de 19 años. Si la fecha de la rebelión inicial está más o menos clara, no sucede lo mismo con la del combate contra los omeyas.
Claudio Sánchez Albornoz lo situó en 722, basándose en que una fuente árabe menciona a un caudillo musulmán que murió a manos de los cristianos el 30 de mayo de ese año. El prestigio del gran medievalista abulense ha oficializado la fecha, aunque el argumento resulta endeble, pues en ese momento los musulmanes también combatían en Septimania (sur de Francia), donde tal vez existían otros focos de resistencia.
Otros investigadores han señalado que las crónicas asturianas presentan los hechos de Covadonga como inmediatamente posteriores a su elección como princeps en 718. Hipótesis más recientes, encabezadas por Luis A. García Moreno, trasladan la batalla al año 734, al identificar este suceso con la mención a una derrota musulmana que se encuentra en la Crónica mozárabe de 754, casi coetánea a los hechos.
Picos de Europa . Este imponente macizo, situado en la parte central de la cordillera Cantábrica, cobijó la primera resistencia a la conquista islámica. Adobe Stock
Cuando las autoridades musulmanas se enteraron de la elección de Pelayo como príncipe, enviaron desde Córdoba un ejército encabezado por un general llamado Alqama para sofocar la rebelión. Ante la irrupción de los musulmanes en el valle del Güeña, los rebeldes decidieron buscar refugio en los Picos de Europa.
Para ello quizá siguieron una senda que ascendía por la sierra de Covadonga hasta el monte Auseva, donde se halla la cueva de Covadonga. Este camino, destinado a la trashumancia estacional, comienza en Soto de Cangas, asciende por Torio y pasa por Següenco, donde se encuentra el castillo altomedieval de La Porra. Probablemente los musulmanes siguieron esa misma ruta. El enfrentamiento debió de producirse en lo alto del cordal, ya que un ejército difícilmente se aventuraría por el angosto valle del Reinazo en el que abre la famosa cueva.
Invasores y saqueadores . El ejército árabe se apoyó en fuerzas bereberes deseosas de botín. Tropas musulmanas en las Cantigas de Santa María, del siglo XIII. Oronoz / Album
El deseo de las crónicas cristianas de magnificar la victoria, y el de las árabes de minimizarla, redunda en unas cifras de combatientes irreales, que tienen más bien un carácter simbólico. La Crónica de Alfonso III habla de un ejército de 187.000 sarracenos, una exageración de probable origen bíblico, mientras que los relatos árabes se refieren a 300 cristianos, otro número muy recurrente, atribuido por Heródoto a los espartanos en la batalla de las Termópilas.
No sería realista sugerir una cifra superior a mil o dos mil combatientes por cada bando, ya que la historiografía militar moderna es unánime al considerar que los enfrentamientos que implicaban a un número mayor de guerreros eran muy excepcionales en la Alta Edad Media.
El choque armado en las proximidades de Covadonga debió de consistir en un intercambio de proyectiles. Las crónicas cristianas explican que los árabes, con sus fundíbalos (hondas sujetas a un asta), arrojaban piedras contra los cristianos, añadiendo que, como resultado del respaldo divino con el que contaba Pelayo, los guijarros «recaían sobre quienes los lanzaban y hacían gran mortandad entre los musulmanes». En realidad, hay que pensar que los cristianos, distribuidos en lo alto de los cerros, asaltaron la parte central o posterior de la columna musulmana que avanzaba por la sierra hasta ponerla en fuga.
La victoria de Pelayo . Este óleo de Luis de Madrazo refleja la visión idealizada de la batalla que se tenía en el siglo XVIII. Museo del Prado, Madrid. Album
El resto del ejército musulmán, ante la imposibilidad de retroceder por el camino que habían seguido, escapó siguiendo la única ruta disponible, que conducía a los Picos de Europa. Los cronistas describen este itinerario desde el monte Auseva, pasando por el puerto de Amuesa hasta llegar a Cosgaya, en el valle cántabro de Liébana.
En los márgenes del río Deva, un alud habría sepultado a los musulmanes supervivientes, de forma que, según la versión «a Sebastián» de la Crónica de Alfonso III, «cuando en tiempo invernal el río llena su cauce y cubre sus riberas, muestra de manera evidente indicios de armas y huesos de ellos».
Una tradición cántabra, constatada desde el siglo XVIII, identifica la falda del monte Subiedes con el lugar del derrumbe, pues los lugareños hallaban osamentas y restos de armas. Este paso junto al río estaba controlado por un castillo roquero altomedieval situado en la cumbre del Subiedes.
El naranjo de Bulnes. En su huida, las derrotadas tropas musulmanas pasaron a los pies del más célebre monte de los Picos de Europa. Adobe Stock
Al saber de la derrota, Munuza se apresuró a abandonar Gijón con los restos de la guarnición musulmana para buscar refugio en las bases de Astorga y León, y no quedar aislado al norte de la cordillera. En su huida, sufrió una emboscada y pereció.
La victoria de Pelayo en el Auseva no supuso la creación inmediata de un nuevo reino cristiano. Es significativo que Favila, el hijo de Pelayo, no se atribuyera el título real en la inscripción que hizo grabar en la basílica de la Santa Cruz de Cangas de Onís, inaugurada en 737. Fue a finales del siglo VIII, después de que los musulmanes hubieran abandonado los enclaves militares de la meseta norte, cuando los sucesores de Pelayo empezaron a llamarse reyes.
Reyes asturianos . Pelayo representado como fundador del reino de Asturias, al lado de un sucesor, Fruela I. Semblanza de Reyes. Biblioteca Nacional, Madrid. Album
Fue también la fundación del reino de Asturias lo que llevó a magnificar el episodio de Covadonga. La primera mención a la rebelión pelagiana se halla en un acta de donación conocida como Testamento de Alfonso II, de 812, que asegura que Pelayo fue «elevado al rango de príncipe y, luchando victoriosamente, abatió a los enemigos y defendió, vencedor, al pueblo cristiano y astur, dándoles gloria».
En las crónicas de la década de 880, la batalla de Covadonga adquiere ya el carácter de hecho fundacional del reino asturiano. Más tarde, en el siglo XIII, las crónicas de Lucas de Tuy, Jiménez de Rada y Alfonso X presentaron a Covadonga como el origen del reino de Castilla y de la «restauración» de España.
Autor: Yeyo Balbás. Historiador
Para saber más:
Armando Besga Marroquín. Orígenes hispano-godos del reino de Asturias. Real Instituto de Estudios Asturianos,Oviedo, 2000.
José Soto Chica. Los visigodos, hijos de un dios furioso. Desperta Ferro. Madrid, 2021.
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