Las mujeres llenan carretillas para una carga de carbón gratis proporcionada por una mina cercana en eMalahleni, Sudáfrica. Puede resultar...
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| Las mujeres llenan carretillas para una carga de carbón gratis proporcionada por una mina cercana en eMalahleni, Sudáfrica. Puede resultar difícil para algunos países africanos renunciar a su adicción a los combustibles fósiles. Foto: Marco Longari/AFP/Getty Images |
06 julio 2022.- Los peligros de algunos combustibles no siempre son tan obvios. Alrededor de 2600 millones de personas, en su mayoría en países de bajos ingresos, experimentan pobreza energética (la falta de acceso a combustibles limpios) y cocinan en fogatas abiertas o estufas que utilizan queroseno, carbón, madera, desechos animales u otras formas de biomasa.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 3,8 millones de personas mueren prematuramente cada año por enfermedades relacionadas con la contaminación del aire doméstico, a menudo causada por estos combustibles. Cocinar con biomasa provoca más muertes que la tuberculosis, la malaria y el VIH/SIDA combinados.
El impacto de estas fuentes de combustible es especialmente nefasto para las mujeres y las niñas porque ellas hacen la mayor parte de las tareas domésticas y de cocina. Un estudio en India encontró que las mujeres son más propensas a desarrollar problemas de salud debido a la contaminación del aire interior durante la cocción; y las mujeres más pobres y menos educadas tienen más probabilidades de desarrollarlos que sus contrapartes más acomodadas ( R. Ranjan y KK Bhadra Indian J. Hum. Dev. 13 , 294–307; 2019 ). Las mujeres pierden tiempo, seguridad e ingresos porque deben recolectar combustible; las niñas que de otro modo irían a la escuela salen a recoger leña o boñigas de vaca.
Que la responsabilidad de cocinar recaiga fuertemente en las mujeres ya es misoginia; un insulto adicional es la crisis de salud pública vinculada a esa tarea en muchos países de bajos ingresos.
Millones de mujeres se han protegido recurriendo a combustibles más limpios, en particular gas licuado de petróleo (GLP), preparado a partir de petróleo refinado. Por ahora, las estufas de GLP son probablemente la solución más limpia y escalable para mejorar la salud de las mujeres y reducir las muertes por contaminación del aire interior en los países pobres.
Pero el GLP es un combustible fósil y, aunque tiene pocos efectos locales sobre la calidad del aire, emite gases de efecto invernadero cuando se quema. Países europeos como Alemania, un gran consumidor de carbón y gas natural, y Noruega, uno de los mayores exportadores de gas natural del mundo, buscan prohibir por completo la financiación de todos los proyectos de combustibles fósiles en países de ingresos bajos y medianos. Este enfoque puritano de talla única es malo para el clima y deja abrumadoramente a las mujeres respirando el humo peligroso de los combustibles sucios para cocinar. Occidente necesita controlarse y diseñar una estrategia más sensata para resolver esta crisis de salud pública.
El mes pasado, las Naciones Unidas publicaron un informe sobre el progreso realizado hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluido el ODS 7, cuyo objetivo es garantizar energía asequible, confiable, sostenible y moderna para todos hacia el 2030. Deja en claro que el mundo está muy por debajo de las inversiones necesarias para alcanzar este objetivo. Se necesitan alrededor de US$ 4500 millones al año para lograr el acceso universal a combustibles limpios para cocinar (esta estimación incluye infraestructura de suministro, como estufas de GLP). Los países ricos han desembolsado hasta ahora unos 130 millones de dólares al año.
Una métrica de cocina limpia que incorpore combustibles para cocinar, proporcionando así mejores datos para los formuladores de políticas, podría acelerar el progreso. La OMS proporciona estimaciones a nivel de país sobre el uso de combustibles limpios, pero hay años en los que no hay datos disponibles para algunos países. Una métrica adecuada mediría el acceso a estufas eléctricas o de combustible GLP para todos los países de ingresos bajos y medianos a través de una encuesta de mejores prácticas. Podría medir qué parte de la cocina se hace con GLP y cuánto se hace con biomasa.
Las agencias nacionales de estadísticas deben estar financiadas para recopilar estos datos a nivel de los hogares cada año. La información de uno de esos proyectos, el Programa de Encuestas Demográficas y de Salud de los Estados Unidos, ha demostrado el valor de la educación de las niñas y el acceso a la anticoncepción y los servicios básicos de salud.
Probablemente se obtendrán datos más cruciales de un ensayo controlado aleatorio en curso de estufas de GLP y distribución de combustible en 3200 hogares en India, Guatemala, Perú y Ruanda ( T. Clasen et al. Environ. Health Perspect. 128 , 47008; 2020 ). Los hogares seleccionados reciben estufas de GLP y un suministro gratuito de GLP para 18 meses. Se miden resultados de salud como el peso al nacer de los niños y la incidencia de neumonía grave y retraso del crecimiento; a las mujeres mayores se las monitorea la presión arterial. Las cocinas se revisan en busca de partículas, monóxido de carbono y carbón negro, que resulta de la quema de biomasa a baja temperatura.
Los formuladores de políticas de los países ricos pueden decir que apoyan el empoderamiento de las mujeres, pero parecen más interesados en la mitigación climática simplista, y en obligar a las naciones más pequeñas y pobres a hacer recortes y compromisos, que en mejorar la vida de las personas. La ironía es que los combustibles limpios para cocinar son mucho mejores para el medio ambiente que los combustibles estándar. El carbono negro, aunque es un contaminante de corta duración, tiene un impacto de calentamiento en el clima mucho mayor que el del dióxido de carbono.
Las prohibiciones piadosas, performativas y generales de los combustibles fósiles no ayudan a nadie. Se necesita un enfoque más inteligente basado en datos para proteger mejor el clima junto con las personas vulnerables en los países en desarrollo.
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