¿Cómo cambió el cristianismo el Imperio Romano?
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| Cabeza retrato en mármol del emperador Constantino I, el primer gobernante cristiano de Roma, c. 325-370. Museo Metropolitano de Arte. Dominio publico. |
Hacia el año 380, un pequeño culto originado cerca de la periferia del Imperio Romano había crecido hasta convertirse en su religión oficial: el cristianismo. Las cosas cambiarían, pero ¿de qué manera?
09 diciembre 2023.- A lo largo del siglo V, el Imperio Romano Occidental se fragmentó en una serie de reinos posromanos dominados en gran medida por gobernantes "bárbaros".
Como resultado, para poder aceptar el impacto a largo plazo del cristianismo en el Imperio Romano, necesitamos cambiar nuestro enfoque hacia el este, al llamado Imperio Romano de Oriente gobernado desde Constantinopla y el mundo de Bizancio.
Alrededor del año 312, el emperador Constantino había adoptado el cristianismo como su culto favorito. Sólo en el año 380 Teodosio I declaró que el cristianismo era la religión oficial del estado romano; los instintos de Constantino habían sido en gran medida tolerantes en materia de religión.
La fusión de la fe cristiana y la identidad política romana sólo culminaría realmente en Constantinopla en los siglos VI y VII, entre el ascenso al trono del emperador Justiniano (527) y la muerte de Heraclio (641).
El cristianismo introdujo en la vida religiosa del Imperio Romano una intolerancia mucho mayor hacia lo que se consideraba error religioso ("herejía") y desviación. Justiniano, en particular, convirtió al Imperio Romano en un estado mucho más persecutorio.
El cristianismo trajo una intolerancia mucho mayor" . Peter Sarris es profesor de estudios antiguos, medievales y bizantinos en el Trinity College de Cambridge y autor de Justinian: Emperor, Soldier, Saint (Basic Books, 2023)
Mientras que los emperadores anteriores habían intentado prohibir los actos de sacrificio paganos, por ejemplo, Justiniano prohibió incluso ser pagano e introdujo la pena de muerte para quienes fueran sorprendidos realizando conversiones falsas. Bajo su mando, se aplicó una constante presión a la baja sobre el estatus legal y los derechos civiles de los herejes, samaritanos y judíos, y por primera vez el Estado romano persiguió a hombres por actos homosexuales. Las medidas antijudías se intensificarían aún más bajo Heraclio, cuya corte presentó al Imperio Romano cristiano como un "Nuevo Israel".
Al mismo tiempo, la cristianización también generó una preocupación por los pobres y necesitados mucho mayor que la que había caracterizado a la ideología romana tradicional, y los emperadores ayudaron a financiar hospitales y orfanatos. La legislación de Justiniano reveló una preocupación sin precedentes por los intereses de las mujeres, los niños y los discapacitados vulnerables. Así pues, la cristianización del Imperio Romano sirvió en última instancia para hacer que la cultura política romana fuera a la vez mucho más cohesiva e integrada socialmente, así como cada vez más excluyente y persecutoria.
'En el Imperio posterior, las cosas cambiaron, pero sólo un poco'. Kate Cooper es profesora de Historia en Royal Holloway, Universidad de Londres y autora de Queens of a Fallen World: The Lost Women of Augustine's Confessions (Basic Books, 2023)
A primera vista, uno podría esperar que el cristianismo hubiera traído cambios inmediatos al panorama social del Imperio Romano en el siglo IV. Dada la opinión del apóstol Pablo de que "todos son iguales en Cristo", parecería el curso natural. Pero las cosas no resultaron así. En lo que respecta a la esclavitud, por ejemplo, los primeros cristianos estaban menos interesados en abolirla que en ver a los esclavos como un modelo de servicio devoto que los cristianos debían imitar como "esclavos de Cristo". En el Imperio tardío, las cosas cambiaron, pero sólo un poco. Los obispos cristianos trabajaron para liberar a los cautivos que habían sido vendidos como esclavos por piratas y bárbaros, pero el clero cristiano siguió siendo propietario de esclavos.
En otros frentes, sin embargo, se vislumbraban cambios en el horizonte. En la época de Constantino, la gran popularidad del movimiento ascético comenzó a producir un nuevo tipo de hogar: el monasterio. Habitado por monjes o vírgenes profesas, este nuevo tipo de hogar podría perdurar durante generaciones cooptando lentamente a nuevos miembros y nombrando nuevos líderes, evitando las complicadas divisiones de propiedad que acompañaron a las transiciones generacionales en las familias biológicas. Estos hogares fueron mucho más duraderos que sus homólogos biológicos; algunos incluso han sobrevivido hasta nuestros días. El monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí, por ejemplo, data del reinado de Justiniano.
A finales del siglo IV, obispos ascéticos como Agustín de Hipona y Juan Crisóstomo en Constantinopla comenzaron a desafiar los privilegios consuetudinarios más dudosos del paterfamilias romano, sugiriendo en sus sermones, por ejemplo, que los hombres que esperaban que sus esposas fueran fieles al lecho matrimonial deberían hacer lo mismo. También vemos sermones que critican la violencia doméstica o la explotación sexual de los pobres y los esclavizados.
En lo que respecta a la violencia doméstica, los papiros dan evidencia de que al menos algunos obispos no se limitaron a criticar, sino que hicieron lo que pudieron para apoyar a las mujeres a la hora de llevar a los tribunales a sus maridos abusivos. Es posible que los hombres y mujeres que vivían fuera de la institución del matrimonio a veces hubieran tenido más libertad para criticar sus injusticias.
'Las demostraciones de humildad se convirtieron en una nueva forma de ritual imperial' (Richard Flower es profesor asociado de Clásicos y Antigüedad tardía en la Universidad de Exeter)
El cristianismo provocó cambios significativos a largo plazo, pero su impacto fue más limitado en el par de siglos posteriores a que comenzó a recibir apoyo imperial alrededor del año 312. No hay buena evidencia de que condujera a la caída del Imperio Occidental al agotar recursos, personal o espíritu de lucha, como solía pensar la gente, tampoco contribuyó mucho a poner fin a la institución de la esclavitud. El crecimiento del cristianismo y de la Iglesia contribuyó al declive del paganismo tradicional, especialmente de los ritos públicos como el sacrificio de animales, pero fue un proceso gradual.
Los episodios de violencia religiosa, ya fueran sancionados por el Estado o espontáneos, como la destrucción del gran templo del Serapeum en Alejandría a principios de la década de 390, fueron relativamente raros.
No obstante, el paisaje físico cambió, con la construcción de grandes iglesias, a veces en las afueras de las ciudades en lugar de en sus antiguos centros, y el desarrollo de monasterios y lugares de peregrinación. Las iglesias individuales adquirieron riqueza y la creciente institución también creó una nueva élite o brindó nuevas oportunidades para las élites existentes. Los obispos se convirtieron en figuras influyentes en sus regiones y, a veces, incluso en la corte imperial. Sus roles de liderazgo crecieron a medida que el Imperio se desintegraba.
Los emperadores paganos siempre habían estado estrechamente asociados con lo divino y esto continuó con el Dios cristiano, aunque las muestras de humildad se convirtieron en una nueva forma de ritual imperial. También se esperaba que los emperadores mostraran deferencia hacia los santos, apoyaran a la Iglesia, incluso a través de la legislación, y ayudaran a resolver sus divisiones. Si bien anteriormente los gobernantes habían sido celebrados por cuidar del pueblo romano, el cristianismo generalizó la caridad y la limosna específicas, considerando a "los pobres" como un grupo distinto que requería apoyo.
El auge del ascetismo religioso (ayuno, abstinencia sexual y retiro de las comunidades) desafió las expectativas de la sociedad romana y ofreció nuevas opciones para las mujeres más allá del matrimonio y la maternidad, aunque probablemente solo para una pequeña minoría. Esta reverencia por la castidad reforzó las expectativas masculinas existentes sobre el comportamiento femenino, pero la promoción de los mismos valores para los hombres desafió el doble rasero de la antigua Roma en ética sexual.
'La Iglesia se afirmó como sucesora del Imperio pagano'. Catharine Edwards es profesora de Historia Antigua y Clásica en Birkbeck, Universidad de Londres.
En 1749, el Papa Benedicto XIV consagró el Coliseo, el monumento más reconocible de la antigua Roma, como santuario de los mártires cristianos. Una inscripción dejaba claro su papel en la historia cristiana: "El anfiteatro Flavio, famoso por sus triunfos y espectáculos, dedicado a los dioses de los paganos en su culto impío, redimidos por la sangre de los mártires de la sucia superstición". Se añadió un crucifijo central, rodeado de vía crucis. Los visitantes no deben tener dudas sobre el verdadero significado del Coliseo.
Sin el Imperio Romano, el cristianismo seguramente se habría desarrollado de manera muy diferente. Pero las perspectivas posteriores sobre el Imperio Romano se han visto profundamente influenciadas por la forma en que los cristianos entendieron sus propios orígenes. El Coliseo de Benedicto ofreció un crudo recordatorio de la persecución de los primeros cristianos y del contraste entre los valores paganos y cristianos. Esta iniciativa marcó un intento renovado por parte de la Iglesia Católica de afirmar su posición como sucesora del Imperio Romano pagano apropiándose de los restos materiales de la antigüedad romana para su propia historia. El dominio temporal del antiguo imperio fue simplemente una precuela del dominio espiritual moralmente superior de la nueva Roma.
Al poner fin a su uso como cantera de materiales de construcción, la intervención de Benedicto rescató el Coliseo, como reconoció Edward Gibbon. Gibbon se mostró algo escéptico acerca de la centralidad del Coliseo, "un lugar que la persecución y la fábula habían manchado con la sangre de tantos mártires cristianos", en la historia del cristianismo primitivo. A pesar de las tantas veces repetidas historias de cristianos arrojados a los leones, no hay pruebas sólidas de que algún mártir cristiano haya muerto realmente en el Coliseo de Roma.
Sin embargo, el anfiteatro en ruinas (donde innumerables gladiadores y animales ciertamente habían encontrado una muerte violenta) ofrecía un lugar ideal para que los visitantes de Roma, tanto protestantes como católicos, reflexionaran sobre el contraste entre los valores paganos y cristianos.
En el siglo XIX, los turistas saboreaban el sentimiento de superioridad moral provocado por las ruinas del Coliseo. En Pictures from Italy (1846), Charles Dickens exclamó: "¡Una ruina, gracias a Dios, una ruina!" Pero era una ruina conservada gracias, al menos en parte, al mito cristiano.
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