HISTORIA. La Ojrana, la temible policía secreta del zarismo

La Ojrana, la temible policía secreta del zarismo

 

Atentado contra el zar Alejandro II en 1881, en San Petersburgo. Los dos atacantes fueron capturados in situ. Fine Art / Album

A finales del siglo XIX, el Gobierno ruso creó un sofisticado sistema de seguridad, conocido como Ojrana, dedicado al espionaje y la infiltración en los grupos revolucionarios.

28 enero 2024.- El levantamiento decembrista de 1825 desencadenó una serie de reacciones en el zar Nicolás I, incluida la creación de un estado policial. La censura se combinó con la "Tercera Sección", un grupo de investigadores que investigaba actos y pensamientos contra el Estado, que podía exiliar a Siberia a los sospechosos, no sólo condenados por cualquier transgresión, sino sólo sospechosos de ello. En 1881, la Tercera Sección se convirtió en la Ojrana, una policía secreta que libraba una guerra utilizando agentes en todas partes, incluso haciéndose pasar por revolucionarios.

El 13 de marzo de 1881, el zar Alejandro II volvía a su residencia en el palacio de Invierno, en San Petersburgo, cuando dos hombres arrojaron sendas bombas sobre su carruaje. Una de ellas lo hirió mortalmente. El atentado era obra de una organización creada apenas dos años antes, Naródnaya Volya, La Voluntad del Pueblo, que propugnaba la violencia terrorista como medio de combatir la autocracia zarista. Sus miembros actuaban en la clandestinidad, organizados en pequeñas células para escapar a la vigilancia de la policía. Tras otras acciones sangrientas, el asesinato del zar mostró hasta qué punto eran un peligro para la estabilidad del régimen.

Las autoridades reaccionaron y emprendieron una reforma de los cuerpos de seguridad. Así surgió una nueva policía secreta, la Ojrana, término ruso que significa «seguridad». En realidad no se trataba de un organismo específico sino de una reorganización de los cuerpos policiales preexistentes, destinando una parte de esos efectivos a actuar contra las nuevas organizaciones subversivas

En la cúspide del sistema estaba el ministro del Interior, que a su vez dependía directamente del zar. Las tres principales bases de la policía secreta se situaron en San Petersburgo, Moscú y Varsovia (hasta el final de la primera guerra mundial, la mayor parte de Polonia perteneció al Imperio zarista). En 1898, el personal de policía dedicado a tareas antisubversivas se agrupó en la llamada Sección Especial. En San Petersburgo, esta sección ocupaba el último piso del Departamento de Policía, situado en el número 16 del canal Fontanka.

Los integrantes de la Ojrana se dividían en tres grupos. En la cúspide, bajo el mando del director, estaban los oficiales y burócratas que se dedicaban al análisis de información, a los interrogatorios o al reclutamiento. Se los llamaba ojranniki. Un grupo distinto era el de los «agentes externos», que trabajaban como guardaespaldas o en labores de vigilancia de personas sospechosas. En lugar del aparatoso uniforme de los gendarmes iban vestidos de civil, pero al parecer no era difícil reconocerlos por sus paraguas y bombines; se los motejaba incluso de «chaquetas verdes».

Serguéi Zubátov, director de la Ojrana de 1896 a 1903. Alamy / Cordon Press


ESPÍAS E INFILTRADOS

El grupo más importante era el tercero, el de los «agentes internos», los informadores infiltrados en las organizaciones de la oposición y que transmitían a sus jefes todo lo que averiguaban sobre la actividad de estos grupos. En 1909, un jefe de la Ojrana de San Petersburgo aseguraba que sin esos agentes «el director de la policía política está ciego. La vida interna de una organización revolucionaria que actúa clandestinamente es un mundo totalmente separado, completamente inaccesible a aquellos que no se convierten en miembros de las organizaciones». Mientras los ojranniki y los agentes externos procedían de otros cuerpos policiales, los confidentes solían reclutarse entre los mismos obreros revolucionarios o incluso en el mundo de la delincuencia. Tras ser arrestado, un revolucionario podía ser inducido a convertirse en confidente, ya fuese mediante el soborno o a cambio de no enviarlo a prisión, al exilio o al patíbulo. 

Un ejemplo es el de Serguéi Zubátov. En su juventud fue un ardiente revolucionario hasta que, a los 22 años, fue captado por el jefe local de la Ojrana y se convirtió en informante. Sus revelaciones permitieron arrestar a varios destacados revolucionarios. Al cabo de tres años, cuando empezaron a circular rumores sobre él, Zubátov se integró en la administración de la policía secreta, donde escaló hasta el puesto de director.

Mijaíl Bakai fue un agente de la Ojrana en Varsovia que rompió con la organización y se exilió en París. En 1909 publicó un artículo en un semanario parisino en el que ponía al descubierto los métodos de la policía política rusa, «esa banda de lobos feroces que deben llevar la responsabilidad de todas las vergüenzas que ponen a Rusia en la picota de los pueblos». Entre otros casos, relataba el de la bomba colocada en 1906 por un provocador en las afueras de Varsovia o el arresto de cuatro personas por un atentado contra un subgobernador de una ciudad polaca que fueron condenadas a muerte pese a ser inocentes. Portada del semanario L’assiette au beurre con el artículo de Mijaíl Bakai. 1909.

Se decía que la Ojrana contaba con decenas de miles de espías que actuaban en todos los rincones del Imperio. En realidad, parece que sus efectivos fueron modestos. En 1914, la central de San Petersburgo contaba con más de 750 empleados: 25 oficiales de alto rango, 70 analistas, 250 guardaespaldas, 220 «agentes externos» y 200 informantes. Pese a ello, era una institución enormemente activa y eficaz. En sus oficinas se desarolló un sistema de fichas policiales que alcanzó proporciones imponentes. Si en 1900 tenía 55.000 fichas, en 1917 se decía que alcanzaba los tres millones. Existían también «gabinetes negros» que vigilaban la correspondencia postal y telegráfica

Los agentes de la Ojrana solían efectuar las detenciones de noche y de forma simultánea, lo que los hacía particularmente temibles. Por lo demás, como destaca el especialista Iain Lauchlan, su comportamiento era moderado y en los interrogatorios no solían recurrir a la tortura. La represión más brutal la ejercía directamente el ejército, al que el Gobierno recurrió para ahogar en sangre los movimientos más peligrosos, como la revolución de 1905.

Los mayores éxitos de la Ojrana en su lucha contra las organizaciones revolucionarias se debieron a los confidentes. Uno de ellos, Serguéi Degayev, fue decisivo para que en 1882 la policía desbaratara el grupo que mató a Alejandro II. En los primeros años del siglo XX, la atención de la Ojrana se concentró en los partidos revolucionarios obreros, en los que logró reclutar a numerosos confidentes. Así, en 1908 se descubrió que Yevno Azef, líder del ala terrorista del partido socialrevolucionario, era un agente de la Ojrana y durante años había estado traicionando a sus correligionarios y organizando los asesinatos de sus superiores. 

Un jefe de la policía secreta de San Petersburgo (en el centro) es arrestado por miembros de la milicia popular durante la revolución de febrero de 1917. Tate Images / RMN-Grand Palais


DOBLE JUEGO

Los jefes de la Ojrana lograron también penetrar el partido bolchevique dirigido por Lenin, al que desde muy pronto vieron como la principal amenaza para el régimen. Se decía que en 1912 diez de los 13 delegados bolcheviques en una conferencia en Praga eran informantes de la Ojrana. Uno de estos espías fue Román Malinovski. Obrero metalúrgico con antecedentes delictivos, Malinovski logró ganarse la confianza de Lenin hasta convertirse en el portavoz del grupo bolchevique en la Duma, el parlamento imperial, tras una campaña electoral financiada totalmente por la Ojrana. 

Malinovski facilitó la detención de varios bolcheviques, entre ellos el joven Stalin. Pese a los rumores en torno a él, Lenin lo sostuvo largo tiempo. En 1918, tras el triunfo de la revolución, fue detenido y ejecutado por las nuevas autoridades bolcheviques.

Según los biógrafos modernos de Stalin,como Donald Rayfield, no puede descartarse que el joven Stalin colaborara con la Ojrana. Eso podría explicar sus fuentes de ingresos y la facilidad con que en alguna ocasión cruzó las fronteras rusa, polaca y finlandesa. Pero tampoco hay dudas de sus convicciones revolucionarias en esa época; para él, como para Lenin, el fin justificaba los medios.. Ficha de Josif Stalin elaborada por la policía secreta de San Petersburgo a principios del siglo XX.

Sin embargo, los informantes no siempre eran fiables. En 1883, el ya mencionado Degayev asesinó al jefe de policía que lo había reclutado. Stolypin, ministro del Interior, quien justificaba la actuación de la policía secreta diciendo que «el castigo de unos cuantos previene un mar de sangre», fue asesinado en 1911 por uno de sus espías. Y la gran actividad propagandística que desarrolló Malinovski desde su escaño de la Duma hizo sospechar a algunos directivos de la Ojrana que en realidad era de más provecho para los bolcheviques que para la policía.

Al estallar la revolución de febrero de 1917, una de las primeras cosas que hicieron los manifestantes en San Petersburgo fue asaltar e incendiar la sede de la Ojrana. El nuevo Gobierno provisional se apresuró a abolir la institución. Pero, tras tomar el poder en noviembre del mismo año, los bolcheviques resucitaron la policía secreta zarista en una forma mucho más brutal y siniestra: la Cheka, luego llamada NKVD y KGB. 

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