El técnica del LIDAR revoluciona lo que sabemos sobre la cultura maya
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| Una vista aérea apenas insinúa el verdadero tamaño de Dzibanché, en el Yucatán mexicano. El lidar, una técnica láser que elimina digitalmente el dosel arbóreo, revela que la ciudad maya ocupaba 20 kilómetros cuadrados. Foto: RUBÉN SALGADO ESCUDERO |
Los dispositivos lidar se instalan en aviones, disparan miles de millones de pulsos láser hacia el suelo y, a continuación, miden aquellos que retornan reflejados. La pequeña proporción de pulsos que traspasa el follaje proporciona suficientes puntos de datos para componer una imagen del suelo de la selva.
27 abril 2024.- Arqueólogos, Exploradores de National Geographic e investigadores de la Universidad Tulane, en Nueva Orleans, suman varias décadas de trabajo en las selvas centroamericanas.
Trabajando sobre una extensión de selva del norte de Guatemala, poblada por una densa vegetación, el lídar les ha permitido obtener una imagen tridimensional del suelo. Alejada de cualquier núcleo de población, se creía que la región mostrada siempre había estado prácticamente deshabitada, incluso en el apogeo de la civilización maya, hace más de 1.100 años.
Lo que al principio parecían laderas normales y corrientes aparecieron cuajadas de embalses artificiales, bancales agrícolas y canales de riego. Los supuestos montículos naturales resultaron ser grandes pirámides, coronadas por edificios ceremoniales. Asentamientos que generaciones de arqueólogos habían identificado como modestas capitales regionales se revelaban como barrios periféricos de metrópolis precolombinas, conectados por calzadas elevadas.
El lidar está revolucionando la arqueología maya, no solo porque guía a los investigadores hacia yacimientos prometedores, sino también porque les ofrece una visión global del paleopaisaje.
Decenas de prospecciones con lidar –entre ellas el revolucionario proyecto presentado en Nueva Orleans en 2018, financiado por la guatemalteca Fundación Patrimonio Cultural y Natural Maya (Pacunam)– han desmontado una larga lista de concepciones muy arraigadas sobre una civilización que prosperó en una de las regiones menos hospitalarias de la Tierra.
Las imágenes refutan la idea de que las tierras bajas mayas fuesen un paisaje poco poblado, salpicado con unas pocas ciudades-Estado dispersas y autónomas. Cada nueva prospección con el lidar reafirma que los mayas constituían una civilización interconectada de dimensiones y complejidad fabulosas: una megalópolis maya, con millones de agricultores, guerreros y constructores de infraestructuras más extraordinaria de lo que jamás nadie imaginó. Y esta revelación tiene el poder no solamente de reescribir el pasado de la región, sino también de remodelar radicalmente su futuro.
URBANIZACIÓN OCULTA
La espesa selva ha mantenido oculta la verdadera extensión de la civilización maya durante casi mil años. Los datos lidar tomados desde aviones que sobrevuelan el corazón del territorio maya están desvelando una red de ciudades y asentamientos periféricos mucho más poblados e interconectados de lo que se sospechaba. En Tikal, una mega ciudad maya que antaño dominó el norte de Guatemala, los arqueólogos han registrado vestigios de más de 11.900 estructuras irradiadas desde el núcleo de la ciudad.
Más allá del centro urbano de Tikal había complejos residenciales con plazas rodeadas de casas, cocinas y jardines. En estos núcleos sociales, administrativos y comerciales la población vendía artículos en el mercado y pagaba tributos –a veces con objetos exóticos e incluso con cautivos– a las élites locales. Esta escena, basada en el trabajo de arqueólogos locales y otros expertos, ilustra cómo aquellos barrios aportaban recursos a la ciudad.
Decenas de ciudades-Estado mayas se disputaron el dominio del territorio durante dos milenios, comerciando, mezclándose y guerreando entre sí hasta que la última de ellas fue conquistada por España en el siglo XVI. Hoy en día, la tecnología de teledetección llamada lidar traspasa la impenetrable selva para revelar una imagen más completa de los más de 6.000 yacimientos que en su día sustentaron una población de millones de personas.
El funcionamiento del LiDAR es, sobre el papel, simple: mediante un haz láser, se mide la distancia entre el emisor y una superficie. Su principio es similar a otras tecnologías como el sonar y el radar, que se basan en el mismo principio pero utilizan, respectivamente, ondas de sonido y microondas.
El LiDAR emite pulsos de luz láser que rebotan en los objetos que encuentran y vuelven al sensor. Este mide el tiempo que el láser ha tardado en volver y, puesto que la velocidad del haz es constante, calcula la distancia con una enorme precisión.
Si se usa a una escala más amplia, se pueden medir millones de puntos individuales e introducir estos datos en un programa que genera una imagen en 3D de los objetos o superficies; es decir, se pueden hacer mapeados tridimensionales extremadamente precisos.
Una de las características más importantes del LiDAR es que el láser penetra la cubierta vegetal y revela lo que hay debajo o detrás de ella. En el mundo de la arqueología, esto tiene dos utilidades principales: la búsqueda y mapeado de objetos o estructuras antiguas.
Por lo que respecta al mapeado, esta tecnología permite acelerar en gran medida los tiempos de trabajo a la hora de elaborar mapas tridimensionales de estructuras y yacimientos enteros, informatizando una labor muy tediosa y reduciendo el riesgo de errores gracias a la gran precisión del láser.
Sin embargo, donde el LiDAR resulta más útil es en la búsqueda de estructuras y yacimientos desconocidos. El motivo es que gracias a esta tecnología resulta más fácil identificar estructuras que, a causa del paso de los siglos, han quedado ocultas a la vista debido a las plantas que han crecido sobre ellas, disimulando sus formas.
Esto resulta de especial utilidad en entornos muy boscosos, como la jungla. Así, en los últimos años se han descubierto en América ciudades precolombinas que habían estado perdidas durante siglos, sobrevolando la selva mientras se escaneaba el terreno con sensores LiDAR. En Europa también ha sido útil para identificar redes enteras de carreteras romanas, permitiendo entender mejor la expansión de esta antigua potencia por los territorios conquistados.
El LiDAR proporciona aún otras ventajas: gracias a su mapeado tan preciso, es posible detectar estructuras que podrían pasar desapercibidas a simple vista, como entradas a edificios, áreas discretas e incluso objetos. Y no solo eso, sino que permite intuir de antemano cuáles pueden ser las zonas más interesantes de un yacimiento y así planificar mejor las campañas, evitando de paso la destrucción o daño accidental de objetos o estructuras ocultas.
Otras grandes aplicaciones del LiDAR se encuentran en la agricultura. Por ejemplo, se puede usar para monitorear el crecimiento de los cultivos y así saber qué zonas dan mejores rendimientos, planificar los sistemas de riego y drenaje en los campos, o detectar la erosión del terreno, entre otras utilidades. Todo esto se realiza mediante el uso de robots agrícolas, algunos de los cuales cuestan poco más de mil dólares, haciéndolos cada vez más asequibles.
Los ámbitos en los que el LiDAR puede ser de utilidad son múltiples: ciencia, energías renovables, transporte, entretenimiento… Y más allá de usos “prácticos”, también tiene aplicaciones en múltiples campos de estudio como la climatología, la geología o la física. Y a medida que pasa el tiempo, se encuentran más y más utilidades para esta tecnología revolucionaria que he venido para quedarse.
Fuente: National Geographic
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