El mito de la conversión católica en la mesoamérica colonizada
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| Una ceremonia para castigar a las personas por herejía, llamada 'auto de fe', en el pueblo de San Bartolomé Otzolotepec, en el actual México. Museo Nacional de Arte/Wikimedia Commons |
Uno de los mitos más generalizados sobre la sociedad colonial latinoamericana es que era católica, y punto.
21 enero 2024.- Es una historia familiar: como lo cuentan los libros de historia, los europeos llevaron su religión al Nuevo Mundo y ninguno fue tan entusiasta en sus intentos de convertir a los pueblos indígenas como los españoles. De hecho, desde el punto de vista español, la búsqueda de difundir el catolicismo a todos los rincones del mundo fue un pilar central de la colonización.
Un vistazo rápido a cuán profundamente católica sigue siendo gran parte de la región ( alrededor del 57% de los latinoamericanos ) parece reforzar la idea del éxito de los misioneros españoles.
En verdad, el control religioso español en América estaba lejos de ser absoluto. A pesar de las amplias proclamas de los misioneros que afirmaban convertir miles de almas cada día al cristianismo, la vida espiritual en las colonias habría hecho que el Papa lo analizara dos veces.
Lejos del Vaticano
Las colonias de España eran un vasto mosaico de tierras fronterizas construidas sobre la infraestructura humeante de civilizaciones indígenas como la mexica y la inca . Incluso en los centros de control colonial, como Ciudad de México y Lima, el poder español estaba descentralizado , lo que significa que prácticamente ninguna política, orden o ley se implementó de manera consistente. El alcance de la corona española dependía tanto de los caprichos de administradores de bajo rango como de los propios consejeros del rey.
La desigualdad de la autoridad colonial también se mantuvo en el ámbito de la religión , según recientes investigaciones históricas .
Muchas veces, “conversión” significaba simplemente bautismo. Los sacerdotes rociaban agua sobre la cabeza de los conversos, les daban un nombre “cristiano”, es decir, hispano, y los animaban a asistir a misa los domingos. Sin embargo, la asistencia fue a menudo más irregular que en un aula posterior al COVID.
Hay muchas razones por las que esto fue así. En primer lugar, la crueldad de algunos españoles difícilmente los convirtió en anuncios atractivos para el cristianismo.
Las legendarias últimas palabras de Hatüey, un líder indígena taíno que encabezó una rebelión en lo que hoy es Cuba, son suficientes para dejar claro este punto.
Momentos antes de que Hatüey fuera quemado en la hoguera, un sacerdote lo instó a convertirse para que su alma fuera al cielo. Hatüey preguntó si los españoles también iban al cielo. Cuando el sacerdote respondió que “los buenos sí”, (Hatüey) replicó, sin necesidad de mayor reflexión, que si ese era el caso, entonces optaba por ir al Infierno para asegurarse de no volver a tener que poner los ojos en esos brutos crueles.
Bartolomé de las Casas, un misionero del siglo XVI, documentó este incidente para condenar la violencia de los colonizadores españoles en América.
En segundo lugar, las prácticas espirituales indígenas recibieron un impulso involuntario del propio Papa. Pablo III, Papa de 1534 a 1549, concedió exenciones religiosas especiales a los pueblos indígenas de América, ya que eran nuevos conversos o “neófitos” en la fe. Efectivamente, este estatus significaba que se les perdonaba no observar correctamente todas las prácticas católicas: no celebrar todas las festividades, no ayunar con frecuencia, casarse con primos, etc.
Este enfoque un tanto flexible –pero no menos violento– de la conversión significó que las prácticas espirituales indígenas a menudo se fusionaran con las españolas. Quizás el mejor ejemplo de este sincretismo religioso sea Nuestra Señora de Guadalupe , a quien muchos católicos veneran como una aparición de la Virgen María , incluidos los católicos indígenas.
Sin embargo, muchos pueblos indígenas también identifican a Guadalupe con Tonantzin . La palabra significa “Nuestra Madre” en náhuatl, el idioma de los mexicas, y podría referirse a múltiples diosas.
En tercer lugar, a medida que la trata transatlántica de esclavos se intensificó durante el siglo XVI, los sistemas espirituales de África occidental y central occidental entraron en escena. Por ejemplo, muchos africanos y sus descendientes utilizaron amuletos protectores llamados “nóminas ” y “ bolsas de mandinga ”, y adaptaron los rituales curativos africanos y los conocimientos médicos a los entornos del Nuevo Mundo.
Mientras tanto, la trata transpacífica de esclavos , menos conocida, trajo a miles de asiáticos al México colonial y complicó aún más el panorama religioso. En el libro de 2024, “ Los primeros asiáticos en América ”, se asegura que los asiáticos utilizaron una amplia variedad de creencias y prácticas para navegar e incluso resistir las condiciones de su esclavitud. Hicieron pócimas, aprendieron encantamientos e incluso renunciaron públicamente a su fe en Dios, Jesús y los santos para llamar la atención sobre un trato injusto.
Papeleo y tortura
Las autoridades españolas estaban ansiosas por tomar medidas drásticas contra estas creencias espirituales y fundaron nuevas ramas de la Inquisición en Lima y Ciudad de México a fines del siglo XVI. En ese momento, la Inquisición española había existido durante casi un siglo, vigilando el límite entre las prácticas y creencias católicas aceptadas y heréticas.
Mientras que la Inquisición en Europa es famosa por haber juzgado y asesinado a miles de personas, la Inquisición en la Ciudad de México reservó la ejecución sólo para unas pocas docenas de casos . Los azotes, los exilios, los encarcelamientos y la vergüenza pública eran la norma. Aún así, el sistema carcelario de Estados Unidos ejecuta a más personas cada pocos años que la Inquisición en México durante más de dos siglos.
La mayoría de los indígenas quedaron exentos de ser denunciados ante la Inquisición, ya que eran considerados neófitos cristianos y propensos a errores. Sin embargo, africanos y asiáticos, así como sus descendientes, personas de etnias mixtas, “moriscos” (musulmanes conversos), “conversos” (judíos conversos), protestantes e incluso católicos españoles con frecuencia chocaron con los inquisidores.
Los juicios de la Inquisición generaron montañas de papeleo, en parte porque los escribas eran obsesivos en su minuciosidad. En ocasiones, incluso registraron cada exclamación que gritaba un prisionero en las famosas cámaras de tortura de la Inquisición
Hoy en día, estos casos proporcionan una visión poco común de las culturas espirituales de los sujetos más marginados de la sociedad colonial. A menudo se acusaba a los no europeos de blasfemia y de preparar pociones de amor para seducir a marineros, soldados y comerciantes. Realizaban rituales con alucinógenos como el peyote para encontrar objetos robados y personas perdidas. Crearon amuletos para proteger a amigos, familiares y clientes de cualquier daño.
Aunque los españoles castigaban la adivinación y otras prácticas no aprobadas, no era porque consideraran que esos rituales eran inútiles o ineficaces. Todo lo contrario: creían que trabajaban pero estaban impulsados por el diablo y, por lo tanto, eran una fuerza del mal.
Mosaico espiritual
Uno de los casos registrados más enigmáticos es el de un hombre esclavizado del sur de Asia de Malabar, en el sur de la India, llamado Antón. En 1652 compareció ante la Inquisición en la Ciudad de México por los “crímenes espirituales” de lectura de la palma y adivinación. Tenía 65 años y vivía en una de las fábricas textiles famosas por sus malas condiciones laborales en Coyoacán, justo al sur de la ciudad.
Según múltiples testigos, Antón atraía a una clientela numerosa y multiétnica que a veces viajaba un día en cada dirección para hacerle preguntas apremiantes sobre el futuro. Al leer las palmas, Antón predeciría “si (alguien) encontraría el amor, cuándo nacería un bebé, si una mujer se haría monja, etcétera”. Cada consulta le valió unas cuantas monedas, que repartió con dos tejedores que le tradujeron del español al náhuatl.
Cuando los inquisidores lo interrogaron, Antón afirmó haber aprendido a leer las manos en Malabar e insistió en que no había hecho nada malo. En definitiva, la adivinación no se consideraba una infracción religiosa tan grave como, por ejemplo, la práctica del judaísmo o el islam, por lo que Antón fue condenado al castigo relativamente leve de proclamar públicamente sus pecados después de 245 días de prisión.
Los registros inquisitoriales del período colonial están llenos de personajes vibrantes como Antón. Estaba Domingos Álvares , quien se convirtió en un renombrado curandero en Brasil, y Antonio Congo , de quien se decía que controlaba las tormentas en lo que hoy es Colombia.
Crearon mundos de conocimiento y fe que a menudo no estaban alineados con las restricciones de la doctrina católica. Muchas de estas creencias han persistido contra viento y marea y han sobrevivido hasta el presente. Por ejemplo, la santería afrocubana, el Palo Monte , Ifá y otras religiones están prosperando hoy en día en Cuba a pesar de siglos de discriminación y represión.
Etiquetar a América Latina y su período colonial uniformemente como “católicos” silencia esta rica historia. Por supuesto, había miles de católicos en las colonias, y el catolicismo era un principio central del colonialismo español. Pero esa no es la historia completa: otras creencias prosperaron y se convirtieron en nuevas realidades de la vida colonial.
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