Mujeres y niños caminan cerca del campamento de al-Wara para desplazados internos en al-Khukha de la provincia de Hodeidah, Yemen, en novi...
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| Mujeres y niños caminan cerca del campamento de al-Wara para desplazados internos en al-Khukha de la provincia de Hodeidah, Yemen, en noviembre de 2021. Foto de: Fawaz Salman / Reuters |
De Japón a Yemen, de India a Ucrania, las tasas de nacimientos, muertes y migraciones están remodelando las naciones.
En enero de 2022, la Oficina Nacional de Estadísticas de China hizo un anuncio sorprendente: por quinto año consecutivo, la tasa de natalidad del país había disminuido. En 2021 nacieron en China 10,6 millones de niños, en comparación con los 12 millones del año anterior. Esto fue a pesar de que el gobierno derogó su onerosa política de un solo hijo, permitiendo a las parejas tener hasta tres hijos a partir de 2021.
Resulta que muchas mujeres en China sienten que no pueden permitirse el lujo de tener más de un hijo, o ninguno. A medida que las tasas de mortalidad se acercan a las tasas de natalidad, la población de China pronto podría comenzar a reducirse. Del mismo modo, países como Japón o España que están envejeciendo tan rápidamente, si las tendencias actuales continúan, podrían desaparecer por completo sin reemplazo migratorio.
Casi ocho mil millones de personas viven en la Tierra con futuros muy divergentes. El siglo XXI es menos una historia sobre el crecimiento exponencial de la población que una historia sobre el crecimiento diferencial, marcado por una profunda división entre los países más ricos y los más pobres del mundo.
En América Latina y el Caribe, Asia oriental y sudoriental, Europa y América del Norte, Australia y Nueva Zelanda, la tasa de fecundidad total (TFR, por sus siglas en inglés), o el número promedio de hijos que es probable que una mujer tenga a lo largo de su vida, estuvo por debajo del nivel de reemplazo ( alrededor de 2,1 hijos por mujer) en 2020. Por el contrario, la población del África subsahariana se multiplicará por seis este siglo; su TFR es 4,72, por debajo del 5,88 de hace dos décadas. En Nigeria, los niños y adolescentes son la mitad de la población. En los pueblos rurales de Corea del Sur, las escuelas primarias están cerrando por falta de alumnos, mientras que las áreas urbanas de Lagos resuenan “con los sonidos de los niños jugando”. Para 2050, Etiopía y la República Democrática del Congo (RDC) estarán entre los diez países más poblados del mundo, uniéndose a los ya muy poblados como Brasil e India.
En algunas regiones, las presiones demográficas están exacerbando problemas como la mala gobernanza, la guerra civil y la devastación ambiental. Según el Índice de Estados Frágiles anual, producido por el Fondo para la Paz en Washington DC, en la mayoría de los países en peligro inminente de colapso, incluidos Sudán del Sur, Somalia y la República Democrática del Congo, más de la mitad de la población tiene menos de 20 años y la fertilidad es alta. En Somalia, los jóvenes rara vez pueden encontrar trabajos significativos. En Yemen, 3.000 niños nacen en la pobreza todos los días.
En países con baja fertilidad y una población que envejece, los sistemas sociales se esfuerzan por apoyar a las personas mayores. En Japón, que tiene aversión a la inmigración, por ejemplo, los robots, incluidos los animales peludos "carerobo", están ayudando al número cada vez menor de trabajadores del cuidado de ancianos. Un informe de 2021 proyecta que para 2045, una cuarta parte de la población japonesa tendrá demencia ( N. Nakahori et al . BMC Geriatr. 21 , 602; 2021 ). A medida que más personas salen de la fuerza laboral de las que ingresan, los países ricos se preocupan por cómo preservar el crecimiento económico. Para suavizar el golpe económico del envejecimiento, los expertos apuntan a varias acciones: aumentar la edad de jubilación, recortar los beneficios, empujar a más personas en el país a trabajar o aumentar la inmigración.
En buena medida, el problema se centra en la inmigración. Solo entre el 2% y el 4% de la población mundial vive fuera de su país de origen, pero entre 2000 y 2020, según las Naciones Unidas, el número de migrantes y refugiados internacionales que huyeron de conflictos, crisis, persecución, violencia o violaciones de los derechos humanos se duplicó de 17 millones a 34 millones. (Esto fue todo, por supuesto, antes de que la invasión rusa de Ucrania obligara a más de cuatro millones de refugiados a huir del país). La mayoría de los que se vieron obligados a mudarse a finales de 2020 eran desplazados internos. Entre 2008 y 2020, un promedio de 21,8 millones de personas por año tuvieron que mudarse dentro de sus países debido a desastres relacionados con el clima, como inundaciones o incendios forestales.
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Mientras se implementaban las vacunas COVID-19 en una iglesia en Yambio, en Sudán del Sur, la Junta de la Misión Médica Católica descubrió que había un grupo clave de personas que no se presentaban en grandes cantidades para recibir la inyección: las mujeres. Muchas estaban demasiado ocupadas administrando otros aspectos de sus vidas, como criar a los hijos y trabajar. Foto de: CMMB
Sin inmigración futura, la población de Europa se reducirá de unos 521 millones a unos 482 millones a mediados de siglo. Los inmigrantes podrían reemplazar a los trabajadores que se jubilan. Pero mientras que los países más pobres, como Jordania, Turquía y Kenia, albergan al 85% de las personas desplazadas por la fuerza, “los países más ricos hacen todo lo posible” para mantener alejados a los refugiados y solicitantes de asilo de países devastados por la guerra, como Siria, Sudán del Sur y Afganistán. Enmarcamos a las personas inmigrantes como una amenaza. El cambio, particularmente el demográfico, es difícil para la sociedad.
Incluso cuando las poblaciones aumentan en los países del África subsahariana, vale la pena señalar que su consumo de recursos suele ser minúsculo en comparación con el de los países con poblaciones que envejecen. Según un informe del Centro para el Desarrollo Global en Washington DC, al final de la primera semana de enero de 2022, la persona promedio en los Estados Unidos había superado las emisiones anuales de dióxido de carbono de ciudadanos equivalentes en 22 países de bajos ingresos (ver go.nature.com/3lbhqju).
A la larga, es probable que menos consumidores adinerados sean un beneficio neto para la Tierra. El consumo insostenible y el crecimiento de la población están ahogando los mares con plástico, obstruyendo nuestros ríos con productos químicos y llenando la atmósfera del planeta con gases de efecto invernadero.
Y las profecías cargadas de fatalidad no siempre se cumplen. En su libro de 1968 The Population Bomb, Paul y Anne Ehrlich argumentaron que los humanos se estaban reproduciendo hasta la extinción y advirtieron sobre los peligros de la hambruna masiva. Gracias a la intervención humanitaria, las campañas mundiales de salud, la vacunación y las mejoras en el saneamiento, las muertes por enfermedades transmisibles y la hambruna se redujeron abruptamente en las décadas anteriores a la pandemia de COVID-19. Las muertes por VIH se redujeron en un 51 % entre 2000 y 2019, y el uso de la terapia antirretroviral salvó millones de vidas. El hambre en países como Yemen (o Afganistán en 2022, donde más de la mitad de la población padece “inseguridad alimentaria aguda”, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU) no es únicamente el resultado del aumento de la población. A menudo es el resultado de sanciones económicas y, en el caso de Yemen, el bombardeo de infraestructura, incluidos mercados, carreteras, puertos, granjas y tuberías de agua.
Una buena base sanitaria hace que los países estén mucho más preparados para lo inesperado. Con la voluntad política correcta y con la intervención humanitaria, al parecer, las personas pueden cambiar el rumbo de la enfermedad y la guerra.
Más información: 8 Billion and Counting: How Sex, Death, and Migration Shape Our World Jennifer D. Sciubba W. W. Norton & Company (2022)
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