A menudo nos dicen que el decrecimiento, la reducción planificada de la producción y el consumo para reducir la presión sobre los ecosiste...
A menudo nos dicen que el decrecimiento, la reducción planificada de la producción y el consumo para reducir la presión sobre los ecosistemas de la Tierra, es difícil de vender. Pero un profesor asociado de la Universidad de Tokio se ha hecho un nombre argumentando que el “comunismo del decrecimiento” podría detener la escalada de la emergencia climática.
08 marzo 2023.- Kohei Saito, el autor más vendido de Capital in the Anthropocene, está de vuelta con un nuevo libro: Marx in the Anthropocene: Towards the Idea of Degrowth Communism . El libro es denso, especialmente para aquellos que no dominan la jerga marxista a quienes, sospecho, les importa poco si Karl Marx comenzó o no a preocuparse por la naturaleza en sus últimos años.
Y, sin embargo, la forma en que Saito moviliza la teoría marxista para abogar por “la abundancia de riqueza en el comunismo del decrecimiento” (el título del último capítulo de su libro) es tan precisa como apasionante. Los intentos de Saito de reconciliar el marxismo con ideas más nuevas sobre alternativas al crecimiento económico podrían llevar las críticas al capitalismo a un nivel de popularidad sin precedentes.
El crecimiento económico genera escasez
Saito le da la vuelta al concepto de crecimiento económico. Mucha gente asume que el crecimiento nos hace más ricos, pero ¿y si hiciera exactamente lo contrario?
El producto interno bruto (PIB), una medida monetaria de la producción, puede aumentar porque alguien privatiza un bien común, lo que el geógrafo británico David Harvey llama “acumulación por desposesión”. Cercar un recurso al que antes la gente podía acceder de forma gratuita y empezar a vendérselo.
Esta extracción de rentas podría inflar el PIB, pero no crea nada útil. De hecho, al impedir que las personas accedan a los medios de subsistencia, crea una escasez artificial.
Cuanto más dinero se acumula, más posibles se vuelven estos trucos de arrebatar y vender, ya sea para recursos naturales, conocimiento o mano de obra. En un mundo donde todo se convierte en una mercancía potencial (es decir, algo que se puede comprar y vender), la racionalidad imperante privilegia las actividades lucrativas sobre otras.
¿Por qué le prestarías tu apartamento gratis a alguien si puedes alquilarlo en Airbnb? Y ese es el problema: una vez que necesita dinero para satisfacer sus necesidades, se ve obligado a jugar como un capitalista.
Un freno de emergencia
Este afán de hacer dinero que se perpetúa a sí mismo nos empuja a convertir cada vez más la naturaleza en una mercancía. El dinero que pueden ganar las empresas es infinito, mientras que las cantidades de naturaleza a disposición son cada vez más escasas.
Puede que no haya una ilustración más clara que las ganancias récord de las compañías de combustibles fósiles en medio del empeoramiento de las condiciones climáticas .
El decrecimiento podría actuar como un freno de emergencia en este círculo vicioso, argumenta Saito, al “terminar con la incesante explotación de la humanidad y el robo de la naturaleza”.
Los académicos definen el decrecimiento como un esfuerzo planificado democráticamente para reducir los niveles de producción y consumo a fin de aliviar las presiones ambientales. La parte democrática es importante: la idea es hacerlo de una manera que reduzca la desigualdad y mejore el bienestar de todos.
Es difícil imaginar que esto suceda dentro del capitalismo, un sistema que debe expandirse continuamente y generar más. Y ese es el punto de Saito: es mucho más probable que el comunismo logre estos objetivos.
Razona que una economía preocupada por satisfacer las necesidades humanas es más probable que evite producir basura. Sin el imperativo de hacerse rico o perecer, muchos bienes y servicios intensivos en naturaleza dejarían de ser necesarios o deseables.
Saito llama a esto “una reducción consciente del 'reino de la necesidad' actual”. Este término marxista describe lo que consideramos nuestras necesidades esenciales. Bajo el comunismo del decrecimiento, este ámbito se reduciría para excluir cosas y actividades que no benefician el bienestar humano ni contribuyen a la sostenibilidad.
De repente, es posible organizar el trabajo de otra manera. Atrás queda el modelo industrial de producir algo lo más barato posible sacrificando la seguridad y el placer inherentes a un esfuerzo compartido.
En lugar de competir por una cuota de mercado, las empresas podrían cooperar para lograr objetivos comunes como la restauración de la biodiversidad. Reducir la importancia que se le da a hacer dinero liberaría a las sociedades para mejorar todas esas cosas que hoy trivializamos porque no son rentables.
Una economía de este tipo podría ser más lenta y más pequeña en cuanto a dinero, pero sería más sostenible y más eficaz para brindar bienestar, que es todo lo que deberíamos pedirle a una economía de todos modos.
Hacia una sociedad post-escasez
El libro de Saito es refrescante porque ayuda a poner fin a una vieja disputa entre los socialistas que confían en que las nuevas tecnologías y la automatización del trabajo pueden generar una economía en expansión con más tiempo libre y aquellos que abogan por un socialismo sin crecimiento .
En lugar de hacer crecer perpetuamente la economía haciendo que más cosas sean propiedad privada y vendible, Saito propone compartir la riqueza que ya hemos creado. Esto podría marcar el comienzo de una nueva forma de vida, en la que las personas pueden darse el lujo de gastar menos tiempo y esfuerzo en la producción de mercancías y centrar su atención en las cosas que realmente les importan, lo que los marxistas llaman el reino de la libertad. Esto debería comenzar, argumenta Saito, con la restauración de la salud de los ecosistemas de la Tierra, de los que depende todo lo demás.
Ya no obligados a obsesionarse con el dinero, las personas podrían disfrutar de la abundancia de riqueza social y natural fuera del consumismo .
Saito da nueva vida a las ideas marxistas con su libro al presentar evidencia de vida más allá de la extracción, producción y consumo interminables. Como argumenta el propio autor, esto no podría haber llegado en mejor momento.
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