Los menores extranjeros no acompañados (”menas”), un asunto de toda la sociedad
Llegada de un cayuco a La Restinga, en El HierroEFE |
10 julio 2024.- En política, como en cualquier aspecto particular que altere nuestras vidas, tenemos la mala costumbre de “escurrir el bulto”. En lugar de afrontar el problema con entereza y decisión, tendemos a “ponernos de perfil”; demoramos la toma de decisiones o esperamos a que sean otros los que “se encarguen” de resolverlo.
Esto es lo que está ocurriendo con el problema de los despectivamente llamados “menas”.
Todos “tirando balones fuera” y mirando hacia otro lado. Ni Gobierno ni comunidades autónomas parecen querer asumir responsabilidades en la tutela de los menores extranjeros que llegan a nuestro país.
El asunto es grave porque este proceso migratorio no es algo coyuntural sino que se prolongará en el tiempo. No hay que estar doctorado en ninguna disciplina académica para reconocer una realidad que nos va a impactar en toda Europa.
Los menores no acompañados a los que despectivamente llamamos “menas”, son, ante todo, jóvenes que no han elegido dónde nacer y que, a diferencia de nosotros, los felices europeos, les “ha tocado la china” de venir a este “paraíso” terrenal, en países donde lo único que abunda es la miseria, la violencia y el hambre.
Algunos afirman que representan un problema de seguridad, algo que no está probado, por cuanto casos aislados no representan a todo un colectivo. Tales afirmaciones, además de racistas, buscan que la sociedad crea que quitan trabajo a los españoles, cuando en realidad acceden a trabajos que nosotros no queremos hacer.
Y ante este panorama no vale “ponerse de perfil”. Sólo hay dos posibles opciones:
(1) los devolvemos a sus países (?) en mitad del océano mediante el uso de barcos de guerra, tal como sugieren VOX y otros grupos afines, o
(2) los acogemos y les damos una formación profesional para que puedan optar a una vida digna con nosotros.
Dicho esto, si optamos por la segunda opción, tendremos que hacerlo a través de un Plan Integral que involucre al Estado y a TODAS las comunidades autónomas.
— Un Plan donde los primero no sea el dinero, sino perfilar los medios materiales y humanos necesarios para hacer frente a este asunto, ahora, y en un futuro venidero.
— Un Plan abierto a futuros cambios para adaptarse a las condiciones migratorias que, sin duda, llegarán.
— Un Plan donde la UE tendrá que “mancharse” las manos para afrontar el problema de los distintos países receptores de migrantes.
Una vez hecho y acordado esto, será el momento de valorar los recursos económicos necesarios y cómo financiarlos.
Claro está que este Plan debe contar con el apoyo mayoritario de la sociedad, dejando de ser un argumento de lucha partidista para naturalizarlo en nuestro día a día.
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