El olor a papel
Hablo con mi sobrina pequeña, con mi ahijada. Le pregunto qué quiere para su cumpleaños.
Ya ha entrado en la fase de la juventud. Esa en la que ha abandonado la adolescencia pero tiene total libertad para levantarse y acostarse según su estado emocional.
Me dice - "Una camiseta de Quevedo"-. Le contesto con ironía que si además quiere el retrato en el anverso y el poema en el reverso.
Queda " in albis". Me dice que se refería al cantante de reggaeton. Ese endemoniado ritmo latino que parece que haya salido de las alcantarillas una noche de lluvia intensa.
Nos reímos los dos. Es muy irónica y me gusta su sentido del humor.
Le digo que de acuerdo, que acepto el reto, mas, le daré como obsequio un libro hecho por un linotipista.
Me mira descuadrada. Desconoce el término. Seguimos hablando y hablo de la importancia de la imprenta a finales del siglo decimoquinto y de los incunables.
Me parece ya demasiado demoníaco explicarle el concepto de parasíntesis, de modo que comenzamos una especie de triálogo donde interviene mi amigo Carlos para decir que qué haríamos los filólogos sin la escritura.
Ahí empieza la retahíla tediosa (para mi sobrina) donde le explicamos que los sumerios, gracias a la escritura cuneiforme, y luego los de Babilonia, centurias después , nos dieron la capacidad de dejar las cosas para que luego las leyéramos.
Mi ahijada me dice que para qué queremos tantos libros. Ahí acudo veloz y le respondo: - Sobre todo para no hacer preguntas de ese tipo-. La quiero y la adoro, (ella lo sabe), pero me fastidia cuando los jóvenes ponen en duda el valor de lo escrito, del olor a papel.
Comentamos, con fervor, que el pergamino permitió que se comunicase también la gente. Ese cuero del animal significa que, por ejemplo, había que utilizar la piel de unas doscientas ovejas para publicar una Biblia. ¿ Y qué decir del papiro del Nilo? También ese material se utilizó para construir cestas o sandalias.
En este año ya caminado, después del solsticio estival, la juventud se comunica a través del móvil . Siempre el móvil. Qué pena. ¿ Y esas maravillosas conversaciones donde la gente queda atrapada bajo la cálida mirada de la aprobación? Ese momento es pura delicia.
Sí, los libros electrónicos también son aparatos fiables porque permiten contener muchos libros en un solo. Pero el libro es como la piel, como el tacto de una persona.
Su aroma, su ADN particular. Y el agradable sonido cuando se pasa de página.
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