Para recuperar la competitividad, Europa debe repensar su enfoque de la innovación
Para aprovechar los beneficios de la inteligencia artificial (IA), la UE necesita cambiar su enfoque regulatorio, invertir en investigación y desarrollo (I+D), infraestructura y habilidades.
23 septiembre 2024.- Según el nuevo informe de Mario Draghi, la competitividad de Europa se ha desplomado en las últimas décadas: la participación de la UE en el PIB mundial se ha reducido a solo el 17% y la productividad estadounidense superó a la de la UE en un 20% en 2022.
La brecha de productividad de Europa se debe en gran medida a un desarrollo, innovación y adopción de tecnologías más lentos. Como dice Draghi: “Ahora que el mundo está al borde de una revolución de la inteligencia artificial, Europa no puede permitirse el lujo de quedarse estancada en las tecnologías e industrias intermedias del siglo pasado”. Para ponerse al día, la UE debe liberar su potencial innovador.
No es que Europa carezca de talento o capacidad innovadora. No es así. Según nuestra experiencia, las empresas europeas sufren el peso de las normas y el cumplimiento normativo europeos.
La IA puede aportar beneficios económicos, sociales y de sostenibilidad a una escala nunca vista hasta ahora. Una investigación encargada por Google en colaboración con Public First muestra que la IA generativa por sí sola podría añadir 1,2 billones de euros a la economía europea, mientras que el 59% de los europeos está de acuerdo en que la IA beneficiará a la sociedad.
En muchos sentidos, Europa está bien posicionada para aprovechar este momento: cuenta con una fuerza laboral bien capacitada y un mercado único que podría ayudar a que las nuevas innovaciones se expandan y beneficien a todos rápidamente.
Sin embargo, la UE debe adaptar su estrategia de IA para impulsar la competitividad. El informe Draghi es claro sobre lo que frena la adopción de tecnología en Europa: regulaciones inconsistentes y restrictivas y la necesidad de mayor financiación y coordinación en I+D, infraestructura y habilidades.
En primer lugar, Draghi tiene razón al afirmar que el enfoque regulatorio prioritario de la UE está frenando a Europa: está alejando a los inversores, inhibiendo la innovación y limitando el impacto transformador de la innovación tecnológica.
Los críticos argumentarán que la IA conlleva riesgos y necesita ser regulada, y tienen razón. Pero el mayor riesgo para Europa no es el mal uso de la IA, la desinformación o los errores, sino perder la oportunidad.
Desde 2019, la UE ha introducido más de 100 leyes que afectan a la economía y la sociedad digitales. El desafío no es solo la gran cantidad de regulaciones, sino también su complejidad. Las regulaciones son unidireccionales, no se han probado y se implementan de manera inconsistente. La explosión de reglas dificulta que las empresas y los emprendedores desarrollen, lancen o incluso utilicen nuevos productos digitales.
Para los inversores internacionales, la carga regulatoria es un campo minado que disuade a las empresas y consumidores europeos de lanzar nuevas herramientas digitales. Más del 60% de las grandes empresas y pymes han identificado la regulación como un obstáculo clave para la inversión.
El segundo ámbito clave en el que hay que centrarse es en la inversión en investigación y desarrollo. Estados Unidos gasta más del doble que la UE en I+D en IA. Para que la UE pueda competir realmente en este ámbito, debe hacer de la investigación y el desarrollo una prioridad compartida y facilitar el acceso a la financiación. Sin los incentivos adecuados para desarrollar y comercializar innovaciones en IA, Europa desperdicia su talento y sus oportunidades de crear más unicornios tecnológicos locales.
En tercer lugar, la infraestructura. Los avances en materia de inteligencia artificial solo son posibles si se cuenta con las tecnologías informáticas de alto rendimiento y los centros de datos adecuados, y con energía renovable para respaldarlos. Para posibilitar la innovación en materia de inteligencia artificial a gran escala, la UE debe asignar más fondos a la infraestructura e incentivar y facilitar que el sector privado haga lo mismo.
Por último, es esencial hacer hincapié en las capacidades. El crecimiento tecnológico no será eficaz si se deja atrás a las personas. Dada su diversidad, la UE debe garantizar que la tecnología beneficie a todas las empresas, economías y personas. Para ello, es necesario acelerar la transformación de las capacidades digitales, situando las capacidades y la educación en materia de IA en el centro de una agenda de capacidades europea revitalizada e incorporándolas a los programas escolares.
Para los gobiernos que emprenden este viaje, trabajar de la mano con el sector privado será clave.
El nuevo mandato de la UE comienza en un momento crítico, con desafíos geopolíticos complejos que solo se podrán afrontar si Europa aumenta su competitividad y productividad. La siguiente agenda debe estar a la altura de ese desafío: aprovechar la oportunidad que ofrece la IA para convertir a Europa en una tierra de inversiones y oportunidades.
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