opinión, tecnología, salud mental
Las limitaciones de recursos obstaculizan los análisis de cómo las tecnologías digitales afectan la salud mental y afectan enormemente a los científicos que trabajan para hacer que el mundo en línea sea más seguro.
16 abril 2025.- Si bien podemos identificar algunos de los daños causados por las redes sociales, no tenemos pruebas para afirmar, por ejemplo, que estas plataformas sean la principal causa del aumento de la mala salud mental infantil en nuestra población.
Espero que algún día exista una base de investigación lo suficientemente sólida como para comprender plenamente los complejos impactos del mundo digital en la salud mental de los jóvenes. Pero actualmente, los investigadores se encuentran en una lucha de proporciones de David contra Goliat. Se intenta supervisar a gigantes tecnológicos que valen miles de millones de dólares, mediante escasas y fragmentadas subvenciones para proyectos a corto plazo. Es necesario un diálogo honesto sobre estas limitaciones si queremos restablecer el equilibrio.
En los últimos 20 años, el auge de las redes sociales ha generado una creciente desconfianza pública hacia las tecnologías digitales , con inquietudes sobre su seguridad y si están diseñadas para el bien de la sociedad. Las empresas tecnológicas se ven incentivadas a desarrollar nuevos productos rápidamente. La cuestión de si estos productos perjudican a las personas o a la sociedad suele recaer en equipos de investigación independientes de universidades o del sector público.
Los investigadores en salud mental, polarización política y educación, se encuentran bajo una intensa presión para identificar los daños causados por los teléfonos inteligentes y las aplicaciones. La evidencia sólida se considera crucial para la formulación de políticas y la regulación eficaces. Y la falta de evidencia da a las empresas carta blanca para seguir desarrollando productos que transforman el mundo de maneras que muchos consideran preocupantes.
Pero es difícil determinar con precisión cómo los cambios individuales, como el lanzamiento de una nueva aplicación de redes sociales o la eliminación de los verificadores de datos de un sitio web, afectan la salud mental de una población. Los factores que predicen la salud mental son multifacéticos, y el mundo digital es un sistema enormemente complejo.
Además, los efectos de los teléfonos son diversos . Que la salud mental de una persona se vea perjudicada por ellos podría depender no solo del tiempo que se pasa usándolos, sino también de las actividades para las que se usan, el contenido que se consume y cuándo. El contenido que es perjudicial para una persona podría no serlo para otra , o incluso para la misma persona una semana después.
Y la velocidad con la que se desarrollan y adoptan tecnologías y aplicaciones por parte del público implica que la investigación quedará obsoleta desde el momento en que se complete.
Para empeorar las cosas, los recursos necesarios para realizar esta labor eficazmente suelen estar indisponibles. Las empresas digitales suelen restringir el acceso a sus datos y algoritmos, lo que proporcionaría información valiosa sobre lo que las personas hacen y ven en línea. A menudo, los investigadores tienen que recurrir a mediciones autodeclaradas del tiempo que pasan en línea, lo cual no ayuda a investigar los factores subyacentes, como la exposición de las personas a contenido o interacciones nocivas, o los diseños adictivos, que creemos que impulsan el impacto de dichas plataformas en la salud mental.
Además, las subvenciones solo se financian cuando la preocupación por una nueva tecnología alcanza un umbral crítico. En esa etapa, el público y los responsables políticos quieren pruebas urgentes, pero recopilar datos longitudinales de alta calidad para demostrar la evidencia causal del daño lleva años.
Los investigadores han pedido repetidamente que las grandes tecnológicas asuman su responsabilidad y proporcionen acceso a los datos para permitir una supervisión independiente y hacer que el mundo digital sea seguro desde el diseño. Sin embargo, a menudo han recibido poca respuesta.
En mi opinión, la única solución es un cambio sistémico en el modo en que se investigan y regulan las tecnologías digitales, para incentivar a las empresas a hacer sus productos más seguros. Un punto de partida es un marco de "evidencia mínima viable" para las tecnologías digitales ( A. Orben y JN Matias Science https://doi.org/10.1126/science.adt6807; 2025 ).
En resumen, si no se dispone de suficiente información de seguridad sobre un producto digital —y no existen procesos para generarla rápidamente—, los investigadores y los responsables de la formulación de políticas deberían reducir los umbrales de evidencia necesarios para empezar a evaluar intervenciones que aborden los posibles daños. Esto, a su vez, debería acelerar nuestra comprensión de los daños y la elaboración de regulaciones.
Los gobiernos deberían colaborar con las empresas para financiar centros de investigación a largo plazo que garanticen la seguridad del consumidor. Estos centros son comunes en otras industrias, como la alimentaria. Las subvenciones para pequeños proyectos nunca serán suficientes para investigar a fondo los efectos de las nuevas tecnologías.
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