Palaspata, Tiwanaku, preinca, arqueología
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El diseño de Palapasta se parece al de otros templos de Tiwanaku. Imagen: José Capriles / Penn State |
Un templo recién descubierto en los Andes bolivianos sirvió antiguamente como cruce de caminos ceremonial donde las caravanas de llamas, cargadas de productos agrícolas y drogas psicodélicas, eran procesadas por una civilización otrora poderosa, conocida como Tiwanaku
28 junio 2025.- Enclavada junto a la orilla sudoriental del lago Titicaca, la civilización de Tiwanaku brilló como uno de los primeros Estados organizados de los Andes centrales entre los siglos V y XI d.C. Originaria de una aldea agrícola, Tiwanaku configuró un centro urbano monumental cuyos templos aterrazados y monolitos de piedra tallada han dejado testimonio de una compleja jerarquía política y ritual.
Hasta ahora, el alcance real de su dominio más allá del altiplano occidental había sido motivo de debate. El reciente descubrimiento del templo de Palaspata, a 215 kilómetros al sureste del núcleo principal, ofrece pistas decisivas sobre la proyección territorial y el papel del Estado en el control de rutas comerciales interregionales.
Arqueología de poder y conectividad
El complejo ceremonial de Palaspata, desenterrado tras un estudio de impacto vial en la región de Caracollo (Bolivia), revela una arquitectura modular con un patio hundido central y muros de hasta tres metros de altura. Sus dimensiones, aproximadamente 125 × 145 metros, y la distribución de quince recintos perimetrales reflejan las características formales de los templos escalonados de Tiwanaku, adaptadas al nuevo emplazamiento. Más que un santuario aislado, Palaspata funcionaba como nodo de control: aseguraba el tránsito de mercancías y viajeros entre el altiplano y los valles orientales de Cochabamba, mostrando un plan deliberado de inversión estatal.
Evidencia de una estrategia de expansión
La presencia de un edificio tan sumamente estandarizado y costoso a tan larga distancia del núcleo político respalda la hipótesis de una expansión planificada del Estado Tiwanaku en la segunda mitad del primer milenio. Las similitudes constructivas con el templo de Kalasasaya o la Puerta del Sol indican la exportación de conocimientos técnicos y simbólicos. El carácter “gateway” de Palaspata subraya la función dual de estos centros: por un lado, reforzar el prestigio ideológico de la capital y, por otro, asegurar el flujo de recursos agrícolas y artesanales que abastecían tanto a la población de la ciudad como a las elites gobernantes.
Organización social y agropastoral
Tiwanaku no fue únicamente un epicentro religioso, sino un Estado integrador que articuló sistemas de terrazas agrícolas, camellones y canales de riego. Sus comunidades campesinas proporcionaban excedentes de papas, quinoa y camélidos, recursos que eran redistribuidos mediante una burocracia jerarquizada. La monumentalidad de sus templos —ahora replicada en Palaspata— funcionaba como testimonio visible de esta autoridad, estableciendo un vínculo simbólico con el agro y con las fuentes de poder divino.
Impacto del hallazgo y perspectivas futuras
El descubrimiento de Palaspata redefine los límites de la influencia tiwanakuense y plantea nuevas preguntas sobre la dinámica política en los Andes antes de la llegada de los incas. Su localización estratégica, conectando tres ecorregiones —altiplano, valles interandinos y terrenos lacustres— revela la capacidad del Estado para explotar una amplia variedad de entornos ecológicos. Próximas excavaciones en la periferia del templo y análisis de materiales cerámicos, líticos y orgánicos contribuirán a precisar su cronología y las redes de intercambio en las que participaba.
Así, Tiwanaku se perfila no solo como un centro ceremonial sino como un Estado expansivo, capaz de proyectar poder y cohesión sobre vastos territorios. Palaspata, con su imponente nexo arquitectónico y funcional, se erige hoy como un testigo clave para comprender la complejidad política, económica y ritual de una de las civilizaciones preincaicas más fascinantes de Sudamérica.
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