turismo, Villafranca del Bierzo, Castilla y León
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Villafranca del bierzo. Se trata del último pueblo destacado del Camino de Santiago Francés a su paso por la provincia de León. Foto Adobe Stock |
Tres templos asociados al Camino de Santiago Francés de gran valor histórico hacen de este lugar una parada obligatoria para detenerse a admirar su rico patrimonio y belleza natural.
Fuerte militar en la época romana, campo de batalla entre los cristianos del rey astur y los musulmanes que regresaban de Galicia durante la Reconquista, pero, sobre todo, lugar de descanso de peregrinos (al igual que el pueblo de Molinaseca cuyo puente es de paso obligatorio). Este pueblo de la comarca de El Bierzo, conocido como la pequeña Compostela de León, es un museo al aire libre, un lugar para reposar, caminar y empaparse de historia rodeado por paisajes de ensueño.
Dice una leyenda popular que su fundación se debe a unos pastores que, en su búsqueda de fértiles valles durante un temporal de frío, se encomendaron a una vaca blanca para encontrar el lugar en el que prosperar y vaya si lo lograron.
UN POCO DE HISTORIA
Villafranca del Bierzo se identifica con la antigua Vico Francorum o Villafrancorum, donde se alzaron dos hospitales de peregrinos (Santiago y San Lázaro). Es la última localidad de importancia que atraviesa el Camino de Santiago por tierras leonesas.
Más tarde, se asentó en el lugar una comunidad de monjes de Cluny, bajo la adveración de Santa María. Estos dos hechos sentaron las bases del burgo de Villafranca hasta su repoblación definitiva por parte de Fernando II. Los peregrinos trajeron prosperidad a la localidad leonesa y pronto surgieron por doquier iglesias, conventos o posadas.
En 1196 Alfonso IX le dio fueros que se ratificaron por segunda vez en 12309. Después pasó al señorío de los Álvarez de Toledo, marqueses de Villafranca del Bierzo, en el siglo XV.
Sin embargo, la leyenda ha buscado una explicación más poética para la fundación de la ciudad, en la que una vaca se detuvo en un lugar junto al río Burbia y allí fundaron los vaqueiros sus cabañas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en la moderna ciudad. Los romanos llamaron Bergidum Flavium a la comarca del Bierzo y la sembraron de fortificaciones para defender las rutas de la salida de oro.
Después de la Guerra de la Independencia contras los franceses, el castillo de Villafranca fue desmantelado por los ingleses; pero desde allí se prolongó al este la población en constante y rápido descenso, en el que destacan sus techos de pizarra sobre una cadena de frondosas montañas.
El río Burbia parte en dos este coqueto pueblo, que ofrece un agradable paseo a quien lo visita. Foto Adobe StockEn el lugar en el que confluyen los ríos Burbia y Valcarce, en la Reserva de la Biosfera de Ancares Leonese, se encuentra la última localidad destacada que atraviesa el Camino de Santiago por tierras leonesas y una parada imprescindible en toda ruta: Villafranca del Bierzo.
La Plaza Mayor, presidida por la Casa Consistorial y el Teatro Villafranquino Enrique Gil y Carrasco puede ser el punto de partida para visitarlo, así como el lugar perfecto para hacer una parada y tomar un tentempié regado por un vino de la zona, de gran fama. La ruta puede seguir por la Calle del Agua, importante muestrario de arquitectura barroca –tanto civil como religiosa– que fue la vía con más actividad comercial, artesanal y de tránsito una vez consolidada la Ruta Jacobea, y por el barrio de los tejedores, donde siglos atrás habitaban aquellos dedicados al textil.
En el lugar se puede conocer La Alameda, un bonito jardín de trazado romántico que data del año 1882 y en cuyo centro se puede ver la fuente conocida como ‘la Chata’, que fue traída del Monasterio de Santa María de Carracedo; y el castillo-palacio que domina desde lo más alto la villa, un edificio del siglo XVI de planta cuadrangular con cuatro torreones construido fundamentalmente en mampostería. Pero no son los únicos atractivos.
La iglesia de Santiago Apóstol es de estilo románico de transición y data de 1186.
Tres son los monumentos que requieren de una visita pausada, tres templos de gran valor que en su relación con el Camino de Santiago Francés asumen el título de Patrimonio de la Humanidad. La iglesia de Santiago Apóstol, construida en 1186 con un estilo románico de transición, es la que recibe al peregrino que viene desde Cacabelos.
Su elemento más destacado es la Puerta del Perdón, donde los enfermos e impedidos de continuar el viaje podían encontrar el perdón a sus pecados –ganarse el jubileo– si rezaban y se confesaban de rodillas en las escaleras que la preceden. De ahí que se haya convertido en la iglesia más importante de la zona.
La Colegiata de Santa María se asienta en el lugar donde, en el siglo XII, los monjes cluniacenses levantaron un monasterio.
Por otro lado, está la Colegiata de Santa María, que se levanta en el lugar que, en el siglo XII, ocupaba un monasterio levantado por monjes cluniacenses. Este conjunto quedó destruido dos siglos después, por lo que del XVI al XVIII fue reconstruido tal y como se lo conoce hoy día por los marqueses de Villafranca.
Bajo el proyecto de Gil de Hontañón el templo adquirió la estética de estilo gótico tardío con elementos renacentistas, barrocos rococó como el coro y en el que destaca la Silla Abacial con el tema del ‘Buen Pastor’, y un retablo del Altar Mayor en estilo neoclásico dedicado a la Asunción de la Virgen.
La imponente presencia de la iglesia y convento de San Nicolás el Real. Foto Adobe Stock
Por último, la iglesia y convento de San Nicolás el Real se pensó en el siglo XVII como casa y colegio de la compañía de Jesús. La iglesia de planta de cruz latina custodia, en el primer cuerpo del tramo central del retablo, la imagen del patrón de Villafranca, el Santísimo Cristo de la Esperanza. Otros de sus tesoros son los retablos dedicados a San Vicente de Paúl y a la Milagrosa. Por su parte, el claustro constituye uno de los primeros ejemplos de recinto claustral plenamente barroco.
Y si sobran ganas, que seguro será lo más probable, se puede optar por acercarse a admirar La Anunciada, un edificio de gusto italiano construido sobre las ruinas de un antiguo Hospital de Peregrinos. En su interior destaca su retablo principal decorado con columnas salomónicas y relieves representando a la Anunciación, el Nacimiento de Cristo y los Desposorios de Santa Catalina.
También merece una visita el museo de Ciencias Naturales de Villafranca del Bierzo. Dedicado a zoología, hay numerosos animales disecados, sobre todo pájaros de Filipinas, una colección de conchas y otra de minerales.
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