turismo, Caleruega, Castilla, Burgos
Entre dominicos y lavanda, el discreto pueblo de Caleruega presume en su verano de espacios naturales, de un legado histórico marcado por Santo Domingo de Guzmán, por sus bodegas e incluso levanta el vuelo al compás del buitre.
Caleruega, municipio de la provincia de Burgos, se asienta a 960 m de altitud en la confluencia de la Ribera del Duero y la Sierra de la Demanda, ofreciendo un mosaico de historia medieval, arquitectura monumental y paisajes rurales salpicados de viñedos y campos de lavanda.
Un antiguo palomar privado, reconvertido para la causa avícola por el consistorio de Caleruega en muladar, es hoy uno de los grandes y escondidos tesoros del pueblo. En un alarde de economía circular, el palomar se restauró y la explanada frente a él se convirtió en un muladar donde las aves rupícolas de toda la zona —y algo más allá— acuden casi en peregrinación. Buitres leonados, contados por decenas, y buitres negros —por parejas—, amén de alimoches y córvidos se citan en un espacio abierto al público que sorprenderá a cualquier amante de la avifauna castellana.
Historia y legado de Santo Domingo de Guzmán
Las primeras referencias de Caleruega datan del siglo I, aunque su importancia creció durante la Reconquista (912–1085) como señorío nobiliario castellano. En 1170 nació aquí Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, cuyo influjo marcó todo el devenir de la villa. Bajo el reinado de Alfonso X “El Sabio” se inició en 1266 la construcción del Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán, núcleo espiritual y cultural que aún hoy cobija a las monjas dominicas y conserva un valioso archivo y un claustro gótico-renacentista.
Ya en la dantesca Divina Comedia aparece citado el nombre de Caleruega, que tiene el orgullo de ser la patria chica de Santo Domingo de Guzmán cuya casa de Espiritualidad de Caleruega es hoy visitable, cuajada de piezas de valor sagrado para la orden y que se encuentran en el museo situado en dicha casa.
Cruce de caminos fundamental en la vía que unía Astorga con Zaragoza y Tarragona en la época romana, Caleruega conserva parte de ese pétreo legado con una calzada romana que, además, tenía como bastión castellano la Colonia Clunia Sulpicia, en el cercano municipio de Coruña del Conde y Peñalba de Castro.
Patrimonio monumental
Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán: fundado en el siglo XIII, su complejo engloba iglesia, claustro, cripta y el “pocito” donde nació el Santo. Destaca también la Bodega de la Beata Juana y el sepulcro de la infanta Leonor de Castilla. Inicialmente erigido en un románico castellano del siglo XII, iría cincelándose con detalles góticos y barrocos con el paso de los siglos. Un estandarte de sobriedad castellana y dominica a nivel arquitectónico, donde su claustro románico sobrecoge, habitado desde hace siglos por monjas de clausura de la propia orden.
Torreón de los Guzmanes: torre defensiva de planta cuadrada, originaria del siglo X con añadidos románicos en el XII, que ofrece vistas al caserío y al valle. Es, quizá, la torre de los Guzmanes la que atrape a distancia al viajero que remonta las curvas a medida que se acerca a Caleruega. Vertical e inquebrantable, vinculada desde los años 50 a la construcción del convento de los dominicos, esta torre data sus macizos muros en los primeros compases del siglo XII. Desde su cima, las vistas de Caleruega, expandidas por los cuatro puntos cardinales, sorprenden.
Iglesia de San Sebastián: templo románico reconstruido en el XII, con su sencilla espadaña y pila bautismal —hoy en Madrid para el bautizo de la familia real— donde se bautizó Santo Domingo. Aquí, Caleruega se empapa de santidad. Lo hace con la parroquia de San Sebastián, urdida en piedra caliza local y bajo un marcado carácter románico. En su interior, tallas de santos —como el citado San Sebastián— y un Cristo colgante, epatan al viajero.
Ruinas del Convento de San Pedro: vestigio de un cenobio medieval, ideal para fotógrafos y amantes de la arqueología ligera.
Entorno natural y miradores
Mirador de Las Loberas: balconada sobre el valle del Arlanza, perfecta para atardeceres y observación de aves rapaces. Entender el Duero sin el lobo es complicado. Enemigo del pastor, por un lado. Por el otro, el gen de la recuperación de una especie que ha habitado estos campos desde tiempos inmemoriales. A él se debe la abundante presencia de loberas, hoy restauradas, y que servían como cobijo al pastor y a sus rebaños. También, como es lógico, para protegerse de bandoleros. Ahora convertidas en centro de interpretación, estas loberas son el testigo viviente de un pasado forjado en lana y leche, con el lobo como mito.
Área recreativa Fuente Rendelucas: espacio de esparcimiento junto a un manantial, con merenderos y rutas de senderismo suaves.
Campos de lavanda: en verano, lila y púrpura tiñen los campos de Caleruega y el vecino Cilleruelo de Arriba, ofreciendo un espectáculo aromático y fotográfico único. Marca julio el compás, cambiando el hábito del negro dominico por el púrpura. No por vestirse de nazareno, sino por surcar las tierras comunales de Caleruega un sinfín de caminos —transitables— que han sido plantados de lavanda. El estallido violáceo contrasta así en el verano castellano con rutas (a pie, en bicicleta o en coche) en las que el encinar y los suelos calizos, vestidos de intensos rojos, se convierten en foco de todas las miradas caleroganas.
Esta explosión malva se multiplicará este fin de semana. Y es que el 13 y 14 de julio tendrá lugar Lavanda Fest, un festival similar al que tiene lugar en Brihuega.
Ruta de los Siete Pueblos: sendero circular que une Caleruega con aldeas cercanas, ideal para recorrer a pie o en bici y descubrir la flora y fauna autóctonas.
Visita a Cilleruelo: poco más de 20 kilómetros separan Caleruega de Cilleruelo de Arriba. Una excursión ideal para completar esta inmersión en los pueblos malvas de Burgos. Sobre todo, porque aquí Aire de Arlanza organiza un sinfín de eventos y actividades con la lavanda como protagonista, desde visitas a destilerías a sesiones de yoga.
El cénit veraniego aquí tendrá lugar el fin de semana del 3 y 4 de agosto, cuando tendrá lugar la Fiesta de la Cosecha de la Lavanda con una agenda de actos en la que los protagonistas son, sobre todo, los productos derivados de esta flor como jabones, destilados o aceites naturales mediante talleres y demostraciones.
Las bodegas de Caleruega: Acercándose sinuosamente a la cota de los 1.000 metros de altitud, Caleruega presume en tierra de vinos de ser una de las zonas —si no la más— elevada de toda la Ribera del Duero. Una bendición presente, pero también a futuro, pues sirve de punto de partida para convertir la zona en un reclamo enoturístico con el que numerosas bodegas buscan poner el broche de oro a sus vinos con los viñedos caleroganos. No en vano, este imprescindible de la Ruta del Vino de Ribera de Duero presume de una pequeña y casi oculta bodega subterránea, de orígenes romanos y excavada en piedra, en el despoblado de San Martín de Bañuelos.
Gastronomía y celebraciones
La oferta culinaria de Caleruega combina platos de la cocina castellana y los productos locales de la Ribera del Duero:
Cordero asado y lechazo al horno de leña, elaborados con crianzas locales.
Queso de Burgos fresco y rosquillas tradicionales en los hornos del pueblo.
Durante el año, se celebran festividades religiosas en torno a Santo Domingo y ferias gastronómicas que ponen en valor el aceite, la miel y los vinos de la DO Ribera del Duero.
Lavanda Fest. Fiesta de la lavanda aderezada con un mercado artesanal y con paseos guiados y fotográficos entre los campos de lavanda más destacados de este enclave (mediados de julio).
Información práctica
Cómo llegar: por la N-122 (Burgos–Soria), desviándose en Gumiel de Izán.
Alojamientos: casas rurales y hospedería del monasterio (reserva previa).
Mejor época: primavera y verano para disfrutar de rutas al aire libre y floración de la lavanda.
Duración recomendada: 1–2 días para explorar el casco histórico y el entorno natural.
Caleruega brinda al visitante un viaje en el tiempo, un remanso de silencio monástico y un entorno donde el paisaje, la historia y la gastronomía se funden en una experiencia inolvidable.
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