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| El año 500 d.C. fue el año en que nació Belisario, o “El último romano”, cuyas brillantes habilidades militares pronto hicieron desconfiar a los enemigos del Imperio Romano de Oriente. |
Flavio Belisario (ca. 500–565) nació en Germánico, una localidad cercana a Maccurium (actual Izola, Eslovenia), en la región venética de la costa adriática. Su familia, de origen modesto —probablemente campesinos romanizados o miembros de la soldadesca local—, no contaba con grandes recursos ni linaje aristocrático.
Sin embargo, su hermano Vitaliano alcanzó el honor de tribuno militar, y ambos se formaron en la tradición de servicio al ejército imperial. La temprana inserción de Belisario en las unidades fronterizas (limitanei) le permitió adquirir el rigor castrense y el dominio de las armas en un entorno bélico, donde la veteranía y la disciplina forjaban las carreras más brillantes.
La proclamación de Justiniano I en 527 marcó el despegue de Belisario. Reconocido por la corte como un oficial leal y de gran capacidad, fue promovido a comes rei militaris y, más tarde, a magister militum (“maestre de ejército”) de Oriente. Su nombramiento respondió tanto a su eficacia en la contención de las incursiones persas en Mesopotamia como al deseo de Justiniano de contar con unánimes mandos militares frente a rivales internos. A diferencia de otros jefes de armas, Belisario no reclamó títulos senatoriales ni buscó tronos alternativos: encarnó la figura del general profesional, subordinado plenamente al poder civil de Constantinopla.
Campañas militares
a) Batalla de Dara (530). Belisario llegó a Constantinopla alrededor del año 520, sirviendo en el ejército y uniéndose a la guardia personal del emperador Justiniano. Para el año 526, había alcanzado un alto rango, pero ya había comandado tropas en batallas para el emperador Justino. Tras la muerte de Justino, el nuevo emperador Justiniano I le dio el mando justo cuando estalló otro conflicto con el rival de Bizancio, los sasánidas, en las montañas del Cáucaso (la actual Georgia). Belisario los enfrentó en la batalla de Dara, derrotándolos contundentemente a pesar de tener una ventaja de 2 a 1.
La batalla de Dara sería la primera batalla importante de Belisario, donde demostró su sentido táctico. Utilizando las fortificaciones y trincheras de Dara para interrumpir los ataques sasánidas, su caballería atacó desde los flancos. Sus campañas contra los enemigos de Bizancio lo convertirían en uno de los comandantes más notables de la historia.
b) Campaña contra los vándalos (533–534). Con un ejército reducido—apenas 16 000 hombres— Belisario cruzó el estrecho de Gibraltar y desembarcó en África. Tras una marcha relámpago hacia Cartago, derrotó en Ad Decimum y Tricamarum a la dinastía vándala de Hilderico y Gelimer. Aquella rápida victoria aseguró el suministro de trigo para Constantinopla y apostó por la restauración del dominio romano en el Mediterráneo occidental.
c) Reconquista de Italia (535–540). Designado gobernador de las provincias recobradas, Belisario penetró en Sicilia y, tras someter Roma en 536, avanzó hacia Ravena. La resistencia ostrogoda, sin embargo, prolongó la campaña hasta 540. Con escasas tropas y mal equipadas, mantuvo saqueos, asedios y tratos de paz temporales. La retirada a Oriente en 540 no comprometió sus logros, pues recuperó buena parte de la península y desestabilizó al reino de Teodorico.
d) Defensas en Oriente y otras contiendas. Mientras el Oriente bízantino padecía la presión sasánida, Belisario fue reclutado para frenar al rey Cosroes I en 572, aunque el final de su carrera transcurrió más en funciones consultivas que en mandos de campo. A lo largo de su vida militar, participó en operaciones contra preparados de mercenarios esclavos y en la pacificación de Egipto y Tracia.
El tremendo prestigio de Belisario despertó recelos en la corte de Justiniano, en especial entre los prefectos del pretorio y los eunucos de palacio. El episodio más sonado tuvo lugar en 562, cuando el general fue acusado —falsa o exageradamente— de desfalco en el botín llevado de Cartago. Arrestado y despojado de su título militar, consiguió el indulto de Justiniano gracias a la intercesión de la emperatriz Teodora, que confiaba en su lealtad. Aun así, nunca recuperó plenamente la confianza oficial y vivió sus últimos años recluido en Constantinopla, apartado de las campañas.
Belisario falleció en 565, apenas dos meses después de Justiniano. Las fuentes posteriores, como Procopio, relatan que murió de causas naturales, aunque la leyenda quiso ver en él al viejo guerrero ciego, arruinado y mendigo a las puertas del palacio imperial. Es improbable que perdiera realmente la vista o sus riquezas; esas traducciones dramáticas responden más a críticas anónimas contra el poder absoluto. De cualquier modo, su entierro en el hipódromo y el funeral militar organizado por Justiniano testificaron un reconocimiento final a su servicio.
Valoración: ¿el último auténtico romano?
Belisario encarna una de las figuras militares más singulares del Bajo Imperio: profesional, leal y desprovisto de ambiciones dinásticas. Mientras resultaba indispensable en el frente, el soberano le proporcionó recursos; cuando se tornó incómodo, la corte lo relegó. Su fidelidad a Justiniano, pese a calumnias palaciegas, revela una ética de mando propia de la antigua auctoritas romana, basada en el deber y la disciplina.
Si Bizancio hubiera podido recuperar en pleno el antiguo esplendor de la urbe y los territorios occidentales dependía, en gran medida, de la cohesión interna y la estabilidad de la corte. Sin las intrigas que apartaron a Belisario de sus funciones, es plausible pensar que sus victorias —reforzadas por su pericia táctica al mando de pocos efectivos— habrían cristalizado en una restauración más duradera de la hegemonía mediterránea.
En última instancia, la carrera de Belisario —desde los pantanos de Mesopotamia hasta las ruinas de Roma— simboliza la eficacia y los límites de la autoridad imperial en la Antigüedad tardía. Su figura permanece como un epílogo digno a la tradición militar romana, marcado por la lealtad personal al emperador y por la fragilidad de las alianzas cortesanas que, en ocasiones, resultaron más letales que la espada enemiga.
Bibliografía recomendada:
Procopio de Cesarea, Historia de las guerras.
Hugh Elton, “Belisarius: Grand Strategy and Military Operations in the Age of Justinian”. Springer, 1996.
Ian Hughes, “Belisarius: The Last Roman General”. Westholme, 2009.

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