MUNDO ANIMAL. Los sacos venenosos ayudaron a los sapos a conquistar el mundo

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El sapo común asiático, que fue introducido accidentalmente en Madagascar por humanos, secreta toxinas mortales de glándulas especializadas detrás de sus ojos.  Christopher Raxley

La evolución de las glándulas secretoras de veneno ayudó a los sapos a prosperar y extenderse a casi todos los continentes. Un análisis del ADN de 124 especies de sapos permitió a los investigadores mapear la historia evolutiva del anfibio.

19 octubre 2025.- Cuando se vieron sapos comunes asiáticos en Madagascar, los científicos inmediatamente hicieron sonar la alarma. Estos anfibios invasores secretan una baba tóxica, almacenada en glándulas especializadas detrás de sus ojos, que podría significar la muerte de cualquier depredador nativo que intente comérselos. Los sapos de caña, que siguen siendo tóxicos mucho después de su muerte, crearon un problema similar cuando se introdujeron en Australia en la década de 1930.

Pero estos sacos venenosos, conocidos como glándulas parotoides, no solo permiten que los sapos causen estragos como especies invasoras. También pueden haber ayudado a los icónicos anfibios, que se originaron en América del Sur hace unos 61 millones de años, a conquistar grandes partes del planeta. 

Según una nueva investigación, que analizó el ADN de 124 especies en seis continentes, los primeros sapos tomaron una ruta inesperada: en lugar de dispersarse en Asia desde América del Norte a través del puente terrestre de Bering, como se teorizó anteriormente, parecen haber cruzado directamente de América del Sur a África. Los sapos podrían haber viajado a través de la Antártida, sugieren los autores del estudio, o haber navegado directamente a través del Océano Atlántico en esteras flotantes de vegetación.

El equipo también descubrió un aumento explosivo en el número de nuevas especies poco después de que los sapos comenzaran a extenderse fuera de América del Sur. Durante ese mismo período, los sapos desarrollaron sus glándulas parotoides, que protegen a los depredadores al secretar sustancias alcaloides de color blanco lechoso llamadas bufotoxinas, una adaptación que probablemente ayudó a este grupo de ranas verrugosas a colonizar rápidamente nuevos hábitats. "La glándula parotoide", explica el coautor del estudio, Wei Xu, "fue el verdadero cambio de juego".

Fuente: Science