OPINIÓN. Ante el cambio climático, poner el agua en el centro de las soluciones

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Las comunidades insulares en el delta Ganges-Brahmaputra en el sur de Asia corren el riesgo de inundaciones como resultado del calentamiento climático. Fuente: Supratim Bhattacharjee/ZUMA Wire

Los planes de adaptación deben prestar atención a quienes enfrentan la inseguridad hídrica. Los agricultores de los países en desarrollo siempre se han enfrentado a una parte desproporcionada de los impactos del cambio climático.

Las formas de reducir las emisiones de carbono y adaptarse a un mundo más cálido finalmente están comenzando a llamar la atención mundial, pero con demasiada frecuencia pasan por alto cuestiones más amplias: injusticia, inequidad y la necesidad urgente de adaptar la acción al lugar correcto. Todos estos se cruzan con el agua (ver capítulo 4 del Informe IPCC 2022).

Limitar el calentamiento a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales requiere que las emisiones de carbono caigan en picado de inmediato, pero demasiados esfuerzos de eliminación de carbono pasan por alto la demanda de agua. 

Por ejemplo, las especies inapropiadas utilizadas en los programas de plantación de árboles para extraer carbono del aire pueden consumir agua escasa e incluso cambiar los patrones de lluvia locales. De manera similar, reemplazar los combustibles fósiles con biocombustibles podría requerir cultivos como el maíz y la colza, que toman agua que de otro modo podría destinarse a la producción de alimentos. A raíz de tales programas de mitigación, las comunidades vulnerables pueden enfrentar inseguridad alimentaria y de agua, lo que puede dificultar la implementación de otras adaptaciones al aumentar la resistencia y la vulnerabilidad y al erosionar la confianza.

El agua ha sido llamada el eslabón más crucial en la adaptación climática, y también el más ignorado. Alrededor del 60% de las adaptaciones al cambio climático, como el riego y la recolección de lluvia, abordan los peligros relacionados con el agua. Las sequías, las inundaciones y la variabilidad de las precipitaciones ya han reducido la tasa de crecimiento de la producción agrícola y ganadera. Los cambios en el clima pueden ser demasiado rápidos y grandes para que las adaptaciones funcionen.

En los puntos críticos del cambio climático los agricultores no pueden hacer mucho. Muchos agricultores que plantaron variedades de arroz tolerantes a la sal y cultivaron camarones en agua salobre, ahora, el daño de los ciclones y el agua más salada (por subida del nivel del mar), están haciendo que esos cambios sean cada vez más ineficaces. Incapaces de hacerle frente, muchas familias del mundo están abandonando sus tradicionales campos de cultivo y emigrando, a menudo en circunstancias precarias. Los casos de trata de personas aumentan después de cada episodio climático, como ciclones e inundaciones.

Los impactos del cambio climático afectan más a los pobres de los países en desarrollo: es más probable que vivan en lugares peligrosos y menos capaces de protegerse a sí mismos. Los medios de subsistencia rurales son aún más precarios de lo que eran para las zonas rurales en la década de 1970. Los manglares o los corales, tan eficaces en las zonas costeras para amortiguar los daños de los ciclones, mueren cuando hace demasiado calor.

Y aquellos que soportan la peor parte de los impactos climáticos son los menos responsables de ellos. La huella de carbono de un residente típico de una región agrícola es minúscula (un promedio de 2 toneladas de carbono al año), mientras que el de un europeo urbanita promedio excede las 10 toneladas de emisiones de carbono al año. Muchas aldeas aún no tienen electricidad ni servicios básicos. La explotación colonial y las políticas neoliberales han descuidado sistemáticamente el bienestar de las regiones rurales más marginales y marginadas. Su difícil situación subraya que el cambio climático es una cuestión de justicia, equidad e inclusión.

Las olas de calor son uno de los fenómenos meteorológicos extremos más devastadores.

Incluir voces que destaquen estos problemas ayuda a crear esfuerzos de mitigación y adaptación más factibles. Las soluciones generales que no consideren cuestiones de equidad y justicia en el cambio climático fracasarán; para que funcionen, las soluciones deben ser específicas a sus contextos. En el último ciclo de evaluación del IPCC, el número de científicos participantes del sur global aumentó notablemente. Pusieron sobre la mesa su experiencia técnica y las experiencias vividas.

Y más adaptaciones están siendo dirigidas por lugareños. Por ejemplo, Bangladesh y algunos estados costeros de India han instalado sistemas de alerta temprana de ciclones y sólidos mecanismos gubernamentales locales para notificar a los residentes, lo que ha salvado cientos de miles de vidas. Estos esfuerzos liderados localmente necesitan apoyo global. Quedan enormes desafíos en la rehabilitación de edificios y propiedades después de los desastres climáticos.

Durante las próximas décadas, se necesitarán todo tipo de enfoques para la mitigación y la adaptación: más cultivos tolerantes a la sal y la sequía, mejor información sobre inundaciones y sequías, reubicación planificada y apoyo para quienes migran. Los remedios deben reducir las emisiones y eliminar el carbono, crear planes y políticas para la migración y mejorar los servicios de emergencia para responder al clima extremo, como las olas de calor. Para lograr todo esto, todas las voces, especialmente las más afectadas por el cambio climático, deben ser escuchadas.